
El 'mal de altura' no es algo que afecte únicamente a los seres humanos. Cualquier motor de combustión, a una determinada altitud, empieza a fallar de forma inevitable por falta de oxígeno. Pero las reglas del juego cambian radicalmente cuando tu motor no necesita respirar para empujar. Eso es justo lo que ha venido a demostrar Stark Future, que acaba de romper los esquemas llevando su Varg EX hasta una altitud donde los pistones tradicionales agonizan, pero donde el par eléctrico sigue siendo el rey absoluto.
El escenario elegido para esta locura ha sido el Ojos del Salado, en Chile. No es una colina cualquiera: estamos hablando del volcán activo más alto del planeta, una bestia geológica que ha visto pasar a marcas como Porsche, Yamaha o Jeep intentando coronar sus laderas desde hace dos décadas. Allí, en un entorno que parece sacado de otro planeta, el piloto suizo Jiri Zak ha llevado la moto eléctrica hasta la friolera de 6.721 metros de altitud.
Lo más interesante de esta hazaña, y lo que realmente debería poner nerviosa a la competencia, es la montura utilizada. El equipo de Stark asegura que la Varg EX utilizada era una unidad completamente de serie, sacada de la caja tal y como te llegaría al garaje de casa.
La física aquí juega un papel fundamental. Mientras las motos de enduro de 4 tiempos sufren de asma mecánica a partir de los 4.000 o 5.000 metros, perdiendo una cantidad brutal de rendimiento, el motor eléctrico de la Varg sigue entregando su par motor de forma instantánea. No hay carburación que ajustar ni inyección que reprogramar; solo gas y tracción en un terreno donde detenerse significa, probablemente, no poder volver a arrancar.
El propio Jiri Zak, el hombre que ha tenido que pelear contra el manillar y contra la falta de aire, explicaba así el origen de este proyecto: “Hace dos años esto era solo una idea: subir alto, hacerlo en eléctrico, ir donde la combustión pierde potencia. El Ojos es implacable. Un error y lo pagas. Por eso vas con gente en la que confías y una moto que sigue tirando en el aire enrarecido”.

Para que este récord no se quede en una anécdota, el equipo se tomó muy en serio la burocracia de los datos. El pasado jueves 27 de noviembre se dedicaron a calibrar y certificar todos los equipos GPS para que la medición fuera "a prueba de balas". El ataque final a la cumbre se realizó el domingo 30 de noviembre, logrando el objetivo sin fallos mecánicos, aunque bajo unas condiciones climáticas que harían temblar al más pintado.
Anton Wass, el CEO de Stark Future y mente detrás de esta revolución eléctrica en el off-road, no ha ocultado su orgullo. Para él, esto va más allá del marketing. Así lo resumía: “Nunca se trató solo del número. Se trata de demostrar que lo eléctrico no es un compromiso. La plataforma Varg puede funcionar en el borde de la atmósfera y dar a los pilotos el control que necesitan en condiciones hostiles. ¿Próxima parada? La luna”.
No todo fue llegar y besar el santo. Un equipo de logística y producción tuvo que aclimatarse durante días, estudiando las ventanas de buen tiempo. No solo se trataba de subir, sino de documentar cómo se comportaban las baterías y la electrónica bajo temperaturas gélidas y una presión atmosférica bajísima. Gestionar la tracción en un suelo volcánico cambiante y conservar la energía de la batería fue un juego de ajedrez a casi 7.000 metros.

La vuelta al campamento base dejó claro que la montaña manda y que las condiciones allí arriba cambian en cuestión de minutos. Tras el descenso, Zak compartió sus primeras sensaciones, todavía con la adrenalina en el cuerpo: “He vuelto de la Cumbre Oeste y estoy de nuevo con el equipo. Estoy orgulloso de lo que hemos hecho. La parte más difícil fue la travesía hacia el paso Argentina: el balcón había desaparecido, el viento y la nieve borraron mi antigua pista. La naturaleza recuperó el camino”.
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Ahora solo queda esperar el papeleo final. Los registros de los GPS y las declaraciones de los testigos están pasando por la verificación independiente para que el Guinness World Record sea oficial.

