Jack Miller se fue de Valencia con la sensación de haber abierto la primera página de un libro completamente nuevo para Yamaha. Dos días de trabajo (uno de test colectivo y otro privado) sirvieron para poner las manos, y sobre todo los oídos, sobre el esperado prototipo V4 con el que la marca quiere romper definitivamente con el pasado. No había tiempos de referencia ni comparativas directas, pero sí algo más importante a estas alturas: sensaciones. Y según él, fueron buenas, aunque todavía falta mucho por pulir.
El australiano, curtido ya en cuatro proyectos distintos de MotoGP, no tardó en poner etiquetas a lo que sentía en la pista: "Me parece que tiene ADN Yamaha", decía a Crashnet, dejando claro que, pese al salto radical en configuración, la moto sigue transmitiendo algo familiar para quien viene de pilotar la M1 tradicional. Pero lo que más llamó la atención de Miller fue el sonido. "Sin embargo, suena parecido a una KTM o a una Honda", admitía. No es casualidad: el carácter metálico y más áspero del V4 se aleja del tono más limpio del cuatro en línea que Yamaha ha utilizado durante décadas.
El parecido no termina ahí: "Desde el punto de vista de la inercia del motor me recuerda a una Ducati", añadía. Es un comentario que pesa. Si algo ha marcado la superioridad de Borgo Panigale en esta era es precisamente el equilibrio de su V4 en términos de respuesta, retención y estabilidad en frenada. Que Miller detecte esa similitud tan pronto habla de que el prototipo no parte desde cero; hay referencias claras y una dirección técnica que intenta imitar lo que funciona. Pero el australiano no lo redujo a una mezcla de influencias: "Tiene su propio carácter, y se nota en la progresión del par y en la forma de entregar la potencia". En otras palabras, la M1 no suena ni empuja como antes, pero tampoco está intentando clonar ninguna moto en concreto.
Lo que importa ahora, más allá de la música y la teoría, es el cronómetro; el tiempo en pista. El martes, durante la segunda jornada, Miller esperaba obtener una primera señal más tangible de dónde están realmente. No se trataba de buscar un tiempo brillante, sino de reconocer patrones, entender reacciones y comprobar si las primeras sensaciones encajaban con lo que luego aparece en la pantalla del dashboard. No hubo sorpresas: queda un camino larguísimo.
Miller lo dejó claro. Esto no es más que el inicio: "Sólo ha sido la primera interacción y todavía tenemos que averiguar en qué dirección ir". Yamaha, que lleva desde 2017 corriendo detrás de Ducati, sabe que no basta con montar un V4 y esperar milagros. El chasis está en su fase más delicada: "Todavía estamos en la fase en la que tratamos de identificar si hacer el chasis más rígido o más blando antes de dar el siguiente paso".
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El invierno será la prueba de fuego. Valencia solo ha sido un primer vistazo, casi un apretón de manos. El desarrollo real llegará entre diciembre y el test de Sepang, donde se empezará a ver una versión más coherente y estable de la moto que debutará a finales de febrero. Yamaha lo sabe: su histórico cuatro en línea está agotado. El V4 no es una moda ni un capricho técnico; es una obligación después de años en los que la marca ha ido perdiendo terreno frente a quienes sí supieron adaptarse antes. Miller, que ha pilotado para Honda, Ducati, KTM y ahora Yamaha, tiene probablemente uno de los mejores termómetros del paddock para distinguir tendencias.

