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En Nottinghamshire, Reino Unido, un pequeño radar instalado sobre la A38 se ha convertido en el peor enemigo de los conductores locales. Desde agosto de 2023, este radar de velocidad y semáforo ha "cazado" a nada menos que 41.675 conductores en apenas 20 meses, según datos revelados por un ciudadano afectado tras realizar una consulta al ayuntamiento de Kirkby in Ashfield.
La cifra, más digna de una gran operación de tráfico que de un simple control rutinario, equivale a un volumen de sanciones que podría superar los 4,7 millones de euros. Sin embargo, no todo ha sido pagar: casi la mitad de los atrapados han tenido la "suerte" de librarse de la multa apuntándose a cursos de concienciación vial.
Detrás del descubrimiento está Gary Eyre, un técnico de gas de Huthwaite, que decidió mover cielo y tierra tras ver cómo medio pueblo —y parte del suyo propio— caía en la trampa del radar. "Entro en unas diez casas al día y todo el mundo conoce a alguien que ha sido multado. Mi mujer ha sido cazada dos veces", confesaba Eyre, visiblemente atónito ante la magnitud de los datos. "Es absolutamente increíble. Me dejó totalmente pasmado", añadió.
El radar está estratégicamente ubicado cerca del cruce con Sutton Road, en Kirkby-in-Ashfield, en un tramo que, pese a tener hasta cuatro carriles en ciertos puntos, mantiene un límite estricto de 30 millas por hora (unos 50 km/h). Según Eyre, más que un esfuerzo por salvar vidas, parece una máquina de hacer dinero. "Me parece absolutamente repugnante. No se está llevando a la gente hacia un camino de seguridad, parece que solo buscan recaudar dinero", sentenció. "Es frustrante, porque la gente está intentando ganarse la vida y encima les clavan multas".
Desde la policía de Nottinghamshire, sin embargo, lo tienen claro: no es un cebo, sino un esfuerzo por evitar desgracias. Según explicaron, antes de instalar el radar se habían producido al menos un accidente mortal y varios con heridos graves en ese mismo punto. De ahí que se haya optado por medidas más drásticas.
El inspector Simon Allen, de la policía local, defendió la decisión: "Aunque el límite de 30 millas por hora en esta intersección no lo establece la policía, está ahí por un muy buen motivo: el elevado número de niños que usan los pasos de peatones para ir y volver del colegio cada día", explicó Allen.
Y dejó claro que la intención no es vaciar los bolsillos de los conductores, sino proteger vidas: "Como todos los radares de seguridad en el Reino Unido, este dispositivo está ahí para reducir la velocidad y prevenir colisiones de tráfico, no para atrapar gente".
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Según datos oficiales, tras la instalación del radar, las infracciones diarias se desplomaron de unos 450 a solo 60. Un descenso brutal que, desde luego, da argumentos a quienes defienden su utilidad.