Ahora que ya conoces un poco mejor la moto, te contaré la
primera impresión que me llevé cuando nos conocimos. La unidad de pruebas estaba en
Ducati Madrid, donde me pusieron al día de toda la carga tecnológica que trae la Panigale. De entrada, nada más girar la llave, te llama la atención su
pantalla TFT a todo color digna del mejor videojuego de motos, en la que el el indicador de RPM tiene una presencia destacada. Tenía mis dudas sobre su visibilidad con el sol dándole de lleno, pero se disiparon rápidamente al salir a la calle y comprobar que
no presenta reflejos molestos incluso con el sol de cara.
Desde el cuadro podemos controlar las funciones principales de la moto, incluyendo sus tres modos de conducción: Wet, Sport y Race. El primero de ellos (Wet) está pensado para los días de lluvia, facilitando el pilotaje de la moto. La respuesta del acelerador electrónico se suaviza, el motor se capa a 120 cv y el control de tracción (DTC) sube a su nivel máximo (tiene 8 en total + desconexión).
El
modo Sport es el más utilizado, el que podríamos denominar como standard. La moto entrega 195 cv y el acelerador electrónico se ajusta para entregar esta potencia de forma más directa, aunque sigue siendo progresivo. El DTC se sitúa en el nivel 5, todavía muy intrusivo, perfecto para
no llevarnos un susto en conducción deportiva por carretera.
Por último, el modo Race es el que muestra la mala leche de la Panigale y el más orientado a circuito: el tacto del acelerador es muy agresivo (parecido a un puño rápido), el DTC baja al nivel 3 y se desactiva el ABS en el caso de llevarlo instalado (nuestra unidad no tenía). Además, en el cuadro toma especial protagonismo un laptimer que podemos activar mediante un pulsador para ir viendo nuestros tiempos en circuito.
Para navegar por los tres modos de conducción hay que utilizar el botón que apaga los intermitentes. Al pulsarlo, podemos seleccionar el modo que queramos en ese momento, incluso en marcha siempre que tengamos el acelerador cerrado. La Panigale también te permite personalizar cada modo de conducción a tu gusto, jugando con los valores de control de tracción, entrega de potencia, sistema de control de freno motor (EBC) y el ABS.
Arrancamos la Panigale
La primera toma de contacto con la moto fue en pleno centro de Madrid, sin duda el peor escenario posible. Aquí me di cuenta rápidamente de los principales defectos de la Panigale. El embrague, a pesar de estar bañado en aceite, sigue teniendo un accionamiento algo duro, aunque está a años luz de los modelos anteriores en seco. Mirar por los retrovisores es inútil, sólo verás tus hombros y un trozo de cielo, por mucho que los regules el cristal es tan pequeño que es un mero adorno.
Además, la Panigale se calienta, y mucho. A finales de noviembre, con poco más de 15º de temperatura, pasaba de los 100º fácilmente en ciudad, un calor que además te llega a los muslos y los pies, estos últimos casi a la altura de los escapes. Las vibraciones hacen acto de presencia nada más arrancar el motor, y también circulando a baja velocidad. ¡Es sorprendente ver el traqueteo de los depósitos del freno y el embrague hidráulico!
Tras comprobar que la Panigale no está pensada para andar callejeando, empiezo a abandonar la gran ciudad no sin antes sentirme ciertamente observado por toda la gente que pasea por Madrid. Y es que la nueva Superbike de Ducati llama la antención a todo el mundo, niños, mújeres, ancianos, señores trajeados... da igual que sepan o no de motos, sus líneas, sus leds delanteros y traseros y el impresionante bramido de su doble escape (sorprendente para ser de serie) son como un imán.
Dejamos atrás la gran urbe para tomar la autovía, donde el motor ya empieza a bajar de temperatura y puedo estirar el Superquadro. Aquí ya te das cuenta de que la Panigale es una moto que
sólo va bien circulando rápido: las vibraciones desaparecen y su propulsor te pide más y más. Observo con curiosidad que en curvas rápida de autovía, el control de tracción
entra en contadas ocasiones (una luz naranja en el cuadro te avisa de su activación) en el modo Sport. Esto ya te da una idea de lo conservador que es el DTC.
Unos 35 kilómetros después, y con el culo ya algo plano por culpa de
la tabla que la Panigale tiene por asiento, tomo un desvío a una carretera comarcal revirada. Aquí es cuando esbozo una sonrisa y me doy cuenta de la moto que llevo bajo el trasero: a un ritmo rápido, se muestra
noble y ágil como ninguna otra moto que haya probado antes. Su parte ciclo (Horquilla invertida Marzocchi, amortiguador trasero Sachs y pinzas Brembo Radial Monobloque M50) es
imposible de aprovechar en carretera abierta. Además, los
Pirelli Diablo Supercorsa SP que monta de serie son como un chicle, e invitan a tumbar cada vez más. En cierta medida, va tan bien y es tan fácil de llevar, que
no te das cuenta del ritmo que llevas hasta que llegas a tu destino en la mitad de tiempo de lo habitual.
Un detalle que sí me sorprendió es el
consumo. Tras llenar la moto en Madrid y hacer unos 130 kilómetros saltó la reserva (la Panigale no lleva indicador de combustible). Mi ritmo, teniendo en cuenta que estrenaba la moto, no fue muy alto, de modo que podemos considerar a la 1199 como
una moto algo tragona para los 17 litros de depósito que tiene, incluyendo la reserva.
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