La Ducati 1198 en pista

Alcanzando una serie de curvas, eses enlazadas y por supuesto la chicane, la palabra que prevalece es “Soltura”. Una soltura a veces pasmosa a la que contribuyen la vertiginosa estrechez de la 1198 y el empuje noble y constante del Testatettra. Vamos calentando, no sólo los Supercorsa, que ya los están de sobra, nosotros también sobre la Ducati, y ahora, sin la temible amenaza de las paredes, abismos y pretiles de la montaña, podemos foguearnos a placer, dar rienda suelta a ese espíritu quemado que llevamos dentro y sentirnos Carlos Checa peleando por un Mundial, un Mundial, por cierto y aprovecho para decirlo, de segunda división bajo el punto de vista televisivo y de la difusión en general.
Nos animamos porque la 1198 nos invita a entrar con ganas en la curva siguiente, también en el ángulo. Allí apuro la frenada, después suelto la maneta un par de metros más allá de la barrera que creo lógica y dejo correr la moto tirándome al viraje. Me interno en una seria inclinada pensando que voy pasado y que tendré que abrir mucho la trazada para salir más allá del piano exterior: por la franja de césped. La Ducati recorta por el vértice con una definición tan clara que parece hacerlo por voluntad propia y me deja más de dos metros de margen con el piano de fuera.
Repito la operación en la vuelta siguiente: “Ahora sí que voy pasado”, pienso; y sin embargo vuelvo experimentar la misma sorpresa: la 1198 recorta y me deja prácticamente el mismo margen. Apuré más y más la entrada hasta llegar al punto de hacerla ¡abriendo gas! Increíble, “me voy fuera”, y cuando paso por el ápice el asfalto me pliega literalmente la pierna hacia el carenado en una inclinada fantástica, una inclinada con fuerza y también con la tracción del bicilíndrico empujando. Esta vez me acerqué más al piano exterior, justo hasta el punto en el que tengo que sacrificar la salida para hacer correctamente la entrada de la siguiente curva. Bien. ¡Fantástico!
Una entrada de prodigiosa facilidad, un paso por curva que hace pensar en una 125 y una salida con la dulzura de un testatettra más lleno que nunca. Por cierto, fantástico el agarre y la sensación de confianza que transmiten los Pirelli Supercorsa, y eso que se trataba sólo de la versión SP. Pero falta algo más, algo muy importante. Vayamos entonces a otra parte trascendental de la pista, sobre todo para una carrera y desde luego también para la prueba de este buque insignia de la escuadra boloñesa.


Iban pasando las vueltas y con ello buscaba el ajuste, tomando referencia con los carteles que señalan los hectómetros. En cada retención observaba cómo la fuerza comprimida en las dos culatas del Testatettra sujetaba la rueda trasera y cómo a su vez el sistema antirrobote del embrague atenuaba la natural brusquedad de cada reducción; sin embargo, durante todas aquellas vueltas, muchas, me estaba preocupando más bien de llegar rápido a final de recta que de frenar realmente con contundencia, que de hacer una verdadera apurada de frenada.
Entonces, durante el tránsito por la vuelta siguiente recordé las palabras que el gran Carlos Morante dedica a los pilotos noveles o con poca experiencia que caen en su equipo. Una recomendación que tuve muy presente sobre todo cuando encaré la recta de meta haciendo galopar la 1198 sobre las marchas más largas. Morante dice: “No frenes donde te marque el instinto de supervivencia. Frena con decisión, pero frena como si quisieras pararte en medio de la recta”.
Corté gas, afiancé con firmeza las piernas a los laterales del depósito (fantástica su ergonomía en este punto), dispuesto a aferrarme con todas mis fuerzas y apreté la maneta -sin olvidar tampoco el pedal- más allá del cartel de 200. Con mis 106 kilos a cuestas –unos cuantos más sumando los del mono y demás- la 1198 se quedó seca en un punto desde el que tenía que alzar la mano haciendo visera para divisar el viraje del fondo. Confieso que me sentí casi ridículo. Pero, la verdad, ¿qué se puede esperar de nada menos que 330 mm. de frenada Brembo?
Independientemente de la contundente potencia y de un tacto que exige hilar fino, evitando cualquier brusquedad, la geometría de la Ducati reacciona con toda naturalidad ante la brutal deceleración, la trayectoria mantiene su línea matemática sin inmutarse y la moto apunta al viraje del fondo como la mira de un caza para abordar la entrada exactamente con la misma facilidad que si no hubiéramos tocado los frenos.