Se acabó. Ian Lougher, el eterno maestro del Tourist Trophy de la Isla de Man, ha anunciado que deja las carreras para siempre. A sus 62 años y tras 42 temporadas desafiando a la muerte en el Mountain Course, el piloto galés pone fin a una trayectoria de leyenda, dejando un vacío imposible de llenar y unas cifras que marean: 10 victorias, 29 podios y un legado de coraje y pasión por las road races.
El anuncio ha caído como una bomba en el paddock, aunque la decisión llevaba tiempo madurando en la cabeza del piloto. "¡Cuarenta y cuatro temporadas es mucho, mucho tiempo para seguir corriendo, ¿verdad?!", declaraba el propio Lougher tras anunciar su adió. Fiel a su carácter reservado, mantuvo el secreto hasta el último momento. "Llevo bastante tiempo pensando en la retirada, pero me lo guardé para mí —ni siquiera se lo dije a Asa, mi mujer— porque pensé que podría traer mala suerte".
Para Lougher, el adiós no es una rendición, sino un acto de honestidad consigo mismo. "Siempre dije que seguiría corriendo mientras fuera competitivo, y me gusta pensar que lo he conseguido. No soy de los que se limitan a rodar por detrás", afirma con contundencia. Y es que su reciente podio en el Classic TT demuestra que la velocidad seguía intacta, pero el DNI no perdona. "Ya tengo 62 años, y aunque todavía no me pongo nervioso al pasar por la parte baja de Bray Hill a más de 225 km/h, no se puede seguir para siempre".
Su historia en el TT es la crónica de un idilio con el peligro que comenzó en 1983. Su primer gran golpe sobre la mesa llegó en 1990, con una victoria épica en el Junior TT tras una batalla antológica con el mítico Steve Hislop. Aquel día no solo ganó, sino que pulverizó el récord de la vuelta con una marca de 117.80 mph que aguantaría nueve años, un registro que, a día de hoy, solo cuatro pilotos han logrado superar con una 250 cc de dos tiempos.
Lougher fue un piloto total, un camaleón capaz de domar cualquier bestia mecánica. Ganó en la categoría de Production 750 cc en 1996, se coronó en las ligerísimas Ultra Lightweight en 1997 y 1999, y firmó un doblete para la historia en 2002, imponiéndose en 125 cc y Production 600 cc en la misma semana. En su camino tuvo que plantarle cara a nombres de peso como el de Joey Dunlop, John McGuinness o David Jefferies.
El respeto que impone su figura queda patente en las palabras de Paul Phillips, máximo responsable del TT: "Ian Lougher es una auténtica leyenda. Es justo decir que Ian fue uno de mis héroes de niño. Me enorgullece decir que, con los años, se convirtió en un amigo". Phillips recuerda con emoción aquella vuelta de 1990 como "una de las más extraordinarias de la historia del circuito".
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Pero que nadie piense en una jubilación dorada lejos del asfalto. El galés no se va, se transforma. Su futuro inmediato pasa por los boxes, al frente de su estructura ILR Racing, para tutelar a las nuevas generaciones."Seguiré metido en el ajo, pero ahora es el momento de centrarse en la próxima generación. La competición ha sido, literalmente, mi vida", sentencia Lougher.