Aunque BMW reina en el Mundial de Superbikes, su ausencia en MotoGP sigue siendo un misterio para muchos aficionados. Pero la decisión tiene más lógica de lo que parece. BMW Motorrad siempre ha sido sinónimo de ingeniería alemana, precisión y rendimiento. Sin embargo, cuando se habla de la categoría reina del motociclismo, los de Múnich simplemente no aparecen. Mientras Ducati, Honda, Yamaha, KTM y Aprilia pelean cada fin de semana en MotoGP, BMW prefiere mantenerse al margen.
El motivo no es falta de capacidad, sino estrategia; más bien un reto técnico y económico colosal. En contexto, MotoGP representa el máximo nivel tecnológico sobre dos ruedas, pero también una inversión gigantesca. Los presupuestos anuales de un equipo oficial superan los 50 millones de euros, sin contar el desarrollo de motores, chasis y aerodinámica.
BMW, en cambio, ha centrado sus recursos en el Mundial de Superbikes, un campeonato donde las motos derivan directamente de modelos de serie. La BMW M 1000 RR, por ejemplo, comparte gran parte de su ADN con la moto que cualquier cliente puede comprar en un concesionario.
El propio Markus Schramm, CEO de BMW Motorrad, lo ha explicdo con claridad en una entrevista con Cycle World:
"MotoGP es un espectáculo impresionante, pero para nosotros tiene menos relevancia técnica frente a lo que hacemos en Superbikes. Allí, las motos están más cerca de lo que vendemos a nuestros clientes."
Desde su regreso al WorldSBK en 2019, BMW ha construido un proyecto sólido. Con Toprak Razgatlioglu como figura principal, las victorias comenzaron a llegar en 2024, validando su apuesta. La clave está en la transferencia tecnológica: lo que BMW desarrolla en pista se aplica directamente a sus motos de calle. En MotoGP, esto sería imposible, ya que el reglamento impone motores prototipo y piezas que no llegan al mercado. Por tanto, la marca alemana prefiere invertir en un campeonato donde cada mejora tiene sentido comercial.
A pesar de no competir como fabricante, BMW tiene una presencia destacada en MotoGP desde 1999. Es el proveedor oficial del Safety Car (con versiones M3 y M4 Competition especialmente modificadas) y entrega cada año el “BMW M Award” al piloto más rápido en clasificación. En 2024, el galardón fue para Jorge Martín, que se llevó un BMW XM Label Red valorado en más de 200.000 euros. Este año para Márquez.
Así, aunque sus motos no estén en parrilla, BMW mantiene una colaboración directa con Dorna que refuerza su imagen deportiva y de prestigio. Entonces, ¿y si algún día decide entrar? La puerta no está cerrada del todo, pero tampoco parece cercana. En 2026, BMW sigue enfocada en el desarrollo de su gama deportiva (con modelos como la M 1000 XR, M 1000 RR y S 1000 R) y en consolidar su dominio en Superbikes.
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Su filosofía es clara: invertir donde la tecnología pueda aplicarse al usuario final. MotoGP, con sus costes astronómicos y poca relación con la producción real, no encaja en esa ecuación. BMW no está ausente de MotoGP por falta de ambición, sino por coherencia técnica y económica. Compite donde su ingeniería se traduce en motos que cualquiera puede conducir. Y mientras las demás marcas gastan millones en prototipos, BMW convierte cada victoria en Superbikes en una lección de negocio.