Apenas una semana. Ese es el tiempo que ha tardado Pecco Bagnaia en pasar de un fin de semana perfecto en Japón, donde se embolsó 37 puntos, a vivir la que probablemente sea su peor pesadilla como piloto de MotoGP. El Gran Premio de Indonesia se convirtió en un calvario para el bicampeón del mundo, un fin de semana negro que culminó de la peor manera posible: con una caída mientras rodaba en la última posición.
El domingo en Mandalika fue el reflejo de una crisis de sensaciones que ya se manifestó el sábado, cuando fue incapaz de sumar un solo punto en la Sprint Race. Lejos de encontrar una solución, los problemas sobre su GP25 se agigantaron durante la carrera principal. El piloto italiano solo pudo aguantar siete vueltas en pista antes de irse al suelo, poniendo un amargo punto y final a una actuación para el olvido.
Lo más preocupante, sin embargo, no fue la caída en sí, sino el contexto en el que se produjo. En el momento del accidente, Bagnaia circulaba en la última plaza, completamente descolgado y luchando contra su propia moto. Su ritmo era el de una tortuga, con un mejor giro de 1:32.220, un tiempo sin duda preocupante que estaba lejísimos de los tiempos de cabeza.
Para entender la magnitud del problema, basta con mirar a la categoría intermedia. La vuelta rápida en la carrera de Moto2, lograda por Daniel Holgado, fue de 1:33.104. Esto significa que Bagnaia, a lomos de una MotoGP, era apenas ocho décimas más rápido que una moto con la mitad de potencia.
Mientras Pecco sufría en la cola del pelotón, el ganador de la carrera, Fermín Aldeguer, volaba sobre el asfalto de Mandalika para marcar una vuelta rápida de 1:30.499. Casi dos segundos de diferencia por vuelta, un abismo que separa a un campeón perdido de la lucha por la victoria y que resume a la perfección el desconcierto que reina en torno a su figura.
El golpe anímico fue tan fuerte que Bagnaia optó por el silencio. No hubo declaraciones a los medios. El equipo formó un escudo protector a su alrededor, una decisión explicada por el director del equipo, Davide Tardozzi. "Está claro que en este momento está devastado, como persona antes incluso que como piloto", admitió a los micrófonos de Sky Sport. La prioridad era otra. "Queremos protegerle y proteger sus emociones. Si tuviera lágrimas en los ojos, no podría ser de otra manera. Es mejor dejarlo tranquilo para que rinda en Phillip Island".
A pesar del desastre, la confianza en el piloto turinés sigue intacta dentro de la estructura italiana. Tardozzi fue tajante al respecto, disipando cualquier duda sobre la relación entre el piloto y su equipo. "Pienso que Pecco nos conoce bien y cree en nosotros, a nivel técnico y humano. No ha habido ni una sola vez en la que Pecco haya dudado de que no hacemos el cien por cien para ayudarle", sentenció.
Desde la cúpula de Ducati Corse, el director general Gigi Dall'Igna también abordó la debacle, aportando una visión más analítica pero igualmente consciente de la gravedad. "Ha sido un fin de semana en el que todo fue complicado y muy difícil de digerir", reconoció. "Tendremos que evaluar todos los datos técnicos con la calma y la paciencia necesarias, más aún en el caso de Pecco, sobre quien ya se ha dicho mucho".
Leer también: "Marc Márquez me aporreó la puerta a las 07:20 gritando «¡Se ha roto, se ha roto!»"
Lejos de buscar excusas, el ingeniero italiano instó a seguir trabajando con la misma determinación. "Seguiremos adelante con las mismas convicciones y confianza, como siempre", aseguró, antes de concluir con una frase que busca pasar página cuanto antes: "Digamos que Mandalika fue uno de esos fines de semana que ocurren, incluso a nosotros...".