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Valentino Rossi ha vuelto a abrir el baúl de los recuerdos en una entrevista distendida y llena de anécdotas personales, durante su participación en el "PoretCast", el programa conducido por el cómico Giacomo Poretti, del célebre trío Aldo, Giovanni e Giacomo. En un episodio cargado de confesiones, el nueve veces campeón del mundo repasó desde sus inicios hasta los últimos compases de su carrera en MotoGP, con especial atención a su salida del equipo oficial Yamaha y los momentos clave que marcaron su despedida de las pistas.
Uno de los relatos más impactantes fue el de su desvinculación del equipo de fábrica de Yamaha, una decisión que se selló con una visita inesperada. “El gran jefe de Yamaha (Lin Jarvis) me llamó y me dijo que teníamos que vernos. Vino a Tavullia y un poco imaginaba lo que quería decirme”, explicó Rossi durante el podcast. El encuentro, aunque amistoso, tuvo un trasfondo claro: “Prácticamente me despidió, porque había que fichar a Fabio Quartararo. Pero yo sabía que tenía 40 años y claramente entendía la situación”.
Lejos de asumirlo con resignación, Rossi reaccionó con astucia, buscando una alternativa para continuar compitiendo. “Le cogí por sorpresa pidiéndole que no me dejara fuera y que me consiguiera igualmente una Yamaha, tal vez con el equipo Petronas, ya que ese equipo iba fuerte. No logró decirme que no”.
Fue en 2021 cuando "Il Dottore" tomó la decisión definitiva de evaluar si aún tenía algo más que ofrecer en la máxima categoría. “Tenía que valer la pena”, señaló. La prueba de fuego llegó en el Gran Premio de los Países Bajos: “Después en Assen, en carrera, en batalla con Bastianini, me caí, me di un buen golpe y allí me dije que lo dejaría”. Justo en ese periodo, la vida personal le daba una nueva dirección: “Casualmente, en esos días con Franci supimos que llegaría Giulietta”.
Sobre si cree en señales del destino, Valentino fue claro: “¿Los signos que nos indican el camino? Seguramente hay algo y está a la vista de todos, pero no pienso que tengan que ver con estas cosas. Estas cosas pasan y basta”.
El italiano también compartió cómo la superstición ha marcado su carrera, un aspecto poco conocido pero profundamente arraigado en su rutina de piloto. “Soy extremadamente supersticioso, es casi un problema. Ahora que ya no corro en moto, un poco menos, pero antes, mucho de verdad”.
Desde rituales musicales hasta pequeñas manías previas a cada carrera, Rossi confesó: “El domingo antes de la carrera escuchaba el disco Bollicine de Vasco, pero por superstición realmente he hecho de todo. La superstición es un lío”.
También dejó espacio para la nostalgia deportiva, recordando uno de los momentos más intensos de su trayectoria: el duelo contra Jorge Lorenzo en el GP de Cataluña 2009. Una lucha al límite que, para Rossi, representa una cima emocional de su carrera: “Fue como dos jugadores de póker en la última mano. Tuvimos una gran pelea y la última vuelta fue increíble, pero en la Curva 8 me sacó un poco de ventaja y entendí que en la 9 no lograría pasarlo”.
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Sin embargo, el italiano encontró su oportunidad donde pocos la hubieran buscado: “Desde el año anterior con Stoner tenía en mente que quizás había otro punto donde intentar en la última curva y me dije que lo intentaría. Me metí esperando que si me caía yo, se cayera también él, porque después de una carrera así podía pasar. Dentro de la curva bajé una marcha, de tercera a segunda, y cuando sentí que estaba dentro fue una satisfacción. Desde ahí hasta la meta serían seis segundos, pero inolvidables”.