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Aleix Espargaró no logró despuntar durante los dos años que pasó en MotoGP junto a Suzuki. Antes de dedicarle las últimas seis temporadas de su vida profesional a Aprilia, el catalán pilotó para el equipo oficial de Hamamatsu durante los años 2015 y 2016, y tanto él como el recién llegado Maverick Viñales cargaron sobre sus hombros con la responsabilidad de protagonizar el regreso de la marca japonesa a MotoGP tras una ausencia de tres temporadas.
El dorsal #41 desembarcó por aquel entonces en Suzuki después de haber pilotado motos de la clase Open y CRT; en 2014, Aleix venía de haber corrido con una Forward Yamaha con la que logró su primer podio en la categoría reina, firmando aquel año un trabajado séptimo puesto con un prototipo claramente inferior al de sus rivales de la clase MotoGP.
Antes, el mayor de los Espargaró también había destacado sobre el resto al manillar de la ART del Power Electronics Aspar, una máquina con motor de Aprilia RSV4 con la que disputó un total de 36 carreras en las que, pese a no alcanzar el podio, logró imponerse al resto de prototipos de la clase CRT.
Hasta 2015, el piloto catalán nunca supo lo que era pilotar de verdad para una fábrica de MotoGP y verse abrigado por un ejército de ingenieros ansiosos por escuchar sus comentarios. Por eso, cuando probó la GSX-RR por primera vez en el test de Valencia posterior a la última carrera de 2014, no pudo evitar emocionarse y sentirse abrumado por ser uno de los epicentros del proyecto de Suzuki en su vuelta al campeonato.
En declaraciones recogidas por Motorsport-total.com, el ahora piloto de Aprilia reconoce que, entre sus mejores recuerdos de MotoGP, se encuentran "mi primer podio, mi primera victoria y el test del lunes que hice con Suzuki por primera vez", un estreno que el catalán nunca olvidará a pesar de que su viaje junto a los de Hamamatsu no dio los frutos esperados.
"Aquel test quizás fue incluso mejor que mi primera victoria en Argentina", dice ahora Espargaró, que después de vagar por las categorías de 125, 250 y MotoGP sobre máquinas poco competitivas, por fin se veía subido a una moto con potencial para hacerlo muy bien: "Cuando te haces mayor y llevas en este paddock más de diez años y puedes probar una moto de fábrica por primera vez... fue algo increíble", recuerda ahora no sin cierta nostalgia.
El piloto de 33 años nunca olvidará lo que vivió aquel 10 de noviembre de 2014 cuando, poco después de las 10:00 de la mañana, se subió por primera vez a la GSX-RR con la que Randy De Puniet había corrido el día anterior en calidad de wildcard en la última carrera del año: "Cuando salí de boxes con la Suzuki por primera vez me temblaba todo el cuerpo", confiesa el catalán.
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Ahora, ya con su etapa en Suzuki muy lejana y enfocado al 100% en ser campeón de MotoGP con Aprilia, el piloto español no esconde que es "muy triste" saber que el año que viene no veremos ninguna GSX-RR en la parrilla, una ausencia que "no es nada buena para nuestro deporte" por todo lo que implica el adiós de un gigante de las dos ruedas que, no olvidemos, ganó el título mundial de MotoGP hace sólo un par de años.