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Cuando un piloto de MotoGP se queda sin sitio en la categoría reina o simplemente entiende que su trayectoria deportiva ha llegado a su final, la opción de seguir colaborando con alguna fábrica en el desarrollo de sus motos puede ser una buena opción para seguir vinculado al paddock sin las obligaciones ni el estrés que supone viajar por el mundo durante nueve meses para completar una temporada.
Dani Pedrosa, por ejemplo, tomó la sorprendente decisión de iniciar una nueva colaboración con KTM cuando anunció su retirada en el año 2018, ignorando la propuesta que le ofreció en ese momento Honda para incorporarse a su equipo de pruebas.
También hay casos como el de Stefan Bradl, que se incorporó a la marca del ala dorada en 2018 en calidad de test rider cuando sólo tenía 28 años de edad, con la esperanza de que la propia Honda o bien otra fábrica se fijara en él para darle una segunda oportunidad en este paddock, algo que nunca llegó.
En el caso de Cal Crutchlow, el británico protagonizó un movimiento muy parecido al de Dani, fichando por Yamaha como probador a finales de 2020, cuando decidió colgar las botas para dedicarle más tiempo a su familia. El de Coventry se había pasado las últimas seis temporadas trabajando para Honda, pero fueron los de Iwata los que lograron convencerle para seguir trabajando en MotoGP asumiendo un rol muy distinto al que estaba habituado.
Para Cal, desarrollar la YZR-M1 era un buen plan; afincado en California junto a su familia, la opción de viajar de forma puntual y relajada para acudir a un puñado de test a lo largo del año sonaba muy bien en su cabeza, pero pronto se dio cuenta de que las labores de un test rider son más complicadas de lo que puede parecer en un principio, especialmente por culpa de esa falta de ritmo y de continuidad en pista.
"Es realmente difícil ser un piloto de pruebas", explicó Cal hace unos días en Sepang, en declaraciones recogidas por Motorsport-total.com. "Tienes que ser rápido, eso es muy importante. No puedes ser cinco segundos más lento por vuelta".
A Yamaha no le sirve un piloto que no sea capaz de rodar en tiempos próximos a los de sus pilotos oficiales, y hacerlo durante unos pocos fines de semana al año no es tarea fácil según explica e de Coventry: "Tengo que ser rápido si quiero darles un buen feedback, es muy importante. Y mentalmente es difícil. Tu objetivo es hacer 40 vueltas ese día, pero ha habido días que he dado hasta 100 vueltas".
Crutchlow tiene la percepción de que en el paddock de MotoGP no se valora lo suficiente el trabajo que realizan los probadores tras los bastidores: "Es un trabajo mucho más duro de lo que parece. Tienes que estar motivado. Cuando llegas a un test, normalmente llevas dos meses sin pilotar, y las primeras vueltas son realmente duras. Es como llegar al test de Malasia después del parón invernal. Yo disfruto de este trabajo, y siento que es gratificante".
En el caso de Yamaha, además, se suma otro hándicap: la falta de un equipo de pruebas afincado en Europa que facilite la organización de entrenos privados en suelo europeo. Excepto Cal y dos miembros más del equipo -entre ellos su jefe técnico, Silvano Galbusera-, el resto del personal es japonés, y eso obliga a Yamaha organizar una importante operación logística cada vez que quieran llevar a cabo un test fuera de Japón.
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"No ha sido fácil. Silvano está con nosotros, y también hay otro técnico europeo. Pero el resto vienen de Japón, se quedan aquí un tiempo y luego vuelven", cuenta Crutchlow, que muchas veces ofrece comentarios y sensaciones que no tienen nada que ver con las esperadas por parte de los ingenieros japoneses, convencidos de que cualquier novedad siempre debe ser mejor que la anterior: "El trabajo que hacemos es importante, pero lo más extraño de todo es que a ellos les gustan cosas que a mí no. Se distancian un poco de mí, creo que es por la mentalidad. Muchas veces piensas que las cosas nuevas tienen que ser mejores", concluye Cal.