�Pagar�as este dineral por una Yamaha FZR 750 R OW-01 impoluta con 35 a�os y 0 kil�metros?

Javier Ortega @todocircuitoweb

A veces, en este apasionante mundillo de las dos ruedas que tanto nos engancha, surgen historias que parecen sacadas de un sueño, de esas que te hacen frotarte los ojos y pellizcarte para comprobar que son reales. Y la que os traigo hoy es, sin duda, una de ellas. Imaginaos por un momento una de las superbikes más icónicas y deseadas de finales de los 80 y principios de los 90, una auténtica máquina de homologación nacida para ganar carreras, pero no una cualquiera.

Hablamos de una Yamaha FZR 750 R OW-01 del año 1990, una verdadera joya de la ingeniería japonesa, que no solo tiene cero kilómetros en su odómetro, sino que ¡aún descansa impoluta dentro de su caja de transporte original, tal y como salió de fábrica hace 35 años! Sí, habéis leído bien, una auténtica cápsula del tiempo con aroma a gasolina (o lo que quede de ella) y a historia del motociclismo.

Para entender la magnitud de este hallazgo, hay que retroceder un poco en el tiempo. La Yamaha FZR 750 R OW-01, cariñosamente (o no tanto, por su complejidad) apodada "Oh Weh-Cero Uno" por algunos, nació en 1989 con una misión muy clara: suceder a la FZR 750 R Genesis y, esta vez sí, plantar cara y vencer a las todopoderosas Honda RC30 y Ducati 851 que dominaban los circuitos del Mundial de Superbikes.

Yamaha no escatimó en gastos ni en ingenio para crearla. Su motor de cuatro cilindros en línea y 750 cc, con la característica culata de 5 válvulas por cilindro, fue exprimido al máximo. Le metieron bielas de titanio, un material exótico y carísimo para la época en una moto de calle, e incluso se atrevieron a prescindir del tercer aro del pistón para arañar prestaciones. El resultado en su versión de carretera eran unos respetables 120 cv a 12.000 rpm para mover sus 215 kg en orden de marcha. Eso sí, esta sed de rendimiento también conllevaba un consumo de aceite algo elevado, pequeño peaje para una pura sangre.

Pero la OW-01 no era solo motor. Los ingenieros de Iwata también recalibraron la posición del propulsor en el chasis Deltabox de aluminio, inclinándolo 5 grados menos para optimizar el reparto de pesos, reforzaron el basculante y, en una decisión muy poco habitual para un fabricante japonés de la época, montaron suspensiones Öhlins directamente de fábrica.

Todo este despliegue tecnológico y de componentes pata negra la convertían en un modelo de homologación extremadamente caro: casi 2.500.000 de las antiguas pesetas. Se fabricaron apenas 2.000 unidades hasta 1992, cuando la YZF 750 tomó el relevo, iniciando otra era dorada para las superbikes de Yamaha. A pesar de no lograr ningún campeonato mundial, la OW-01 sí que cosechó 16 victorias en el WorldSBK, dejando claro su potencial, quizás algo lastrado en competición por el uso de unos restrictivos carburadores de depresión constante.

Volvamos a nuestra protagonista, a esta "Bella Durmiente" con el número de serie 1.121. Su historia es, cuanto menos, curiosa. Fabricada en 1990 y con la exótica medida de neumático delantero 130/60ZR17, esta unidad estaba destinada al mercado canadiense.

Allí permaneció, intacta en su caja, en la trastienda de un concesionario de motos hasta el año 2013. Desde entonces, se encuentra en Estados Unidos, esperando pacientemente a que alguien decida su destino. Recientemente, se intentó subastar hasta mediados de mayo, pero no se alcanzó la cifra esperada por su actual propietario.

Ahora, el desafío de despertar a esta bestia después de 35 años de letargo es monumental, y no apto para cardíacos ni para bolsillos sensibles. Como es de imaginar, todos los fluidos (aceite, refrigerante, líquido de frenos) serán historia, y es muy probable que la mayoría de los componentes de goma del sistema de alimentación y de frenos estén cuarteados o directamente desintegrados.

La buena noticia es que su depósito de combustible es de aluminio, por lo que debería estar a salvo del óxido interno, aunque la "sopa" de gasolina vieja y los posibles restos de la bomba de combustible (si es que aún funciona) serán un problema a atajar.

Si en el momento de su ensamblaje en fábrica el motor fue correctamente lubricado, es posible que el tetracilíndrico aún pueda girar. Un meticuloso lavado de los circuitos de aceite y refrigeración, junto con la sustitución de todas las juntas externas del motor, deberían ser suficientes para intentar arrancarla, aunque la batería original, que seguramente venga en su caja de cartón, será poco más que un recuerdo. El estado de los carburadores de tiro directo, tras tres décadas y media a la sombra, es otra incógnita; esperemos que fueran completamente vaciados en su día.

La gran pregunta que surge ante una pieza de colección de este calibre es doble: ¿cuánto esfuerzo y dinero costará devolverla a la vida? Y, una vez hecho, ¿se atreverá alguien a rodar con ella, rompiendo ese hechizo de cero kilómetros, o se preservará tal cual, como una obra de arte encapsulada en el tiempo? Es el eterno dilema del coleccionista.

Y ahora, la cuestión que todos estáis esperando: ¿cuál es el precio de este sueño aún por desembalar? Después de que la subasta no alcanzara las expectativas, esta Yamaha FZR 750 R OW-01 de 1990, con cero kilómetros y en su caja original, se ofrece ahora a un precio fijo de 80.250 dólares estadounidenses.

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Sí, has leído bien, más de ochenta mil dólares. Una cifra que, al cambio actual, supera holgadamente los 70.000 euros. ¿Una locura? ¿Una inversión? ¿El precio justo por un pedazo virgen de la historia del motociclismo? Eso, amigos, lo decidirá el mercado y el corazón (y la cartera) de algún afortunado y valiente coleccionista. Lo que es seguro es que esta OW-01 ya ha ganado su primera carrera: la de captar nuestra atención y hacernos soñar con épocas pasadas.