 Por John Fernández@johnfervar |
Miguel Oliveira no solo es el primer piloto portugués en ganar una carrera de MotoGP. También es, probablemente, el único que podría hacerte una limpieza dental en plena recta de boxes. Antes del GP de Silverstone, el piloto del Pramac Yamaha desvela a Speedweek en qué punto se encuentra su peculiar doble vida: la de aspirante a dentista en medio del calendario más salvaje del motociclismo mundial. Esa es una cara que casi nadie conoce de él.
"¿Mi carrera como dentista? Aún faltan tres años, pero ya hace mucho tiempo que han pasado tres años", explicó entre risas. Oliveira comenzó sus estudios de odontología hace años, pero la exigencia del Mundial ha ido postergando su titulación. "Es difícil regresar a la escuela de odontología una vez que has perdido el ritmo de estudio y de estar con tus compañeros", reconoce. "La diferencia de edad entre yo y los chicos de 18 y 19 años que están en el aula es casi un poco aterradora para mí".
¿Quiere decir eso que el plan está descartado? No del todo, dice: "Dejaré que el futuro decida. Si puedo completar el curso, entonces está bien", asegura. Aunque es consciente de lo que implica retomarlo: "Tendría que olvidarme de todo lo demás en mi vida durante tres años y concentrarme sólo en mis estudios. Quizás parezca un poco irrealista por ahora, pero ya veremos".
Lo que sí ha hecho ya es poner en práctica algunos conocimientos: "También he ayudado a algunas personas aquí en la pista con infecciones o cosas así donde hay que succionar algo o trabajar con un pequeño taladro usando las herramientas que tenemos aquí", cuenta. Y aunque no le da ventaja directa sobre la moto, sí le permite entender mejor las lesiones: "Los dos primeros años de mi formación fueron exactamente lo que haría un médico normal. Así que estudié anatomía, y en anatomía tienes que aprender sobre los huesos, los músculos y los nervios, dónde están y qué hacen".
La precisión de un dentista parece cuadrar con su estilo en pista. Cuando le preguntan si su pilotaje es realmente "especial", como algunos dicen en el paddock, responde con calma: "Creo que todos somos especiales de alguna manera. Conducir una moto es básicamente algo que hacemos sin pensar en ello, pero luego hay algunas cosas que sientes mientras estás en la moto". Asegura que su debilidad está "definitivamente en el frenado", aunque en el resto se siente fuerte, "todo esto es muy natural", dice.
Sobre su origen como piloto, no tiene dudas de a quién culpa: "Estaba viendo la televisión y había un chico italiano llamado Rossi que estaba ganando todas las carreras. Y pensé: Vaya, eso es genial". Su padre, también aficionado a las motos, le metió el veneno: "Me llevaba a todas las reuniones de motos. Él también era un jinete aficionado. Así que fui con él y mi interés fue creciendo".
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Oliveira recuerda perfectamente el clic: "Cuando fui al Campeonato Mundial por primera vez a los 16 años, pensé que no habría vuelta atrás. Así que quise hacerlo bien y comprometerme plenamente con ello". Desde entonces, nunca ha parado. Aunque quizá algún día, cuando baje el telón de los circuitos, lo veamos con bata blanca, espejo bucal en mano. ¿Plan B? ¿Plan C? "Quizás ni siquiera sea un plan. Pero ya veremos…"
