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El viaje de Ewan McGregor y Charley Boorman no empezó en Mongolia ni en la Patagonia, sino en un circuito de asfalto, entre curvas y un box. Desde entonces, han recorrido medio mundo en moto, pero sobre todo han demostrado que la verdadera aventura no está solo en los kilómetros, sino en la complicidad entre los amigos; el colegueo. Ahora, 20 años después del inicio de aquella primera travesía, los actores regresan con una nueva entrega: Long Way Home, disponible en Apple TV+.
Aunque en principio no deberían necesitar presentación... Ewan McGregor es uno de los actores escoceses más conocidos de las últimas décadas. Saltó a la fama en los años '90 con Trainspotting, y desde entonces ha encadenado éxitos internacionales en películas como Moulin Rouge, Big Fish o La isla. Para el gran público, su rostro es inseparable del joven Obi-Wan Kenobi en la saga Star Wars. Charley Boorman, por su parte, es menos conocido fuera del mundo anglosajón, pero tiene una larga trayectoria tanto en cine como en televisión. Hijo del director John Boorman (Deliverance, Excalibur), creció entre cámaras, pero ha encontrado su vocación en la combinación de aventura, motos y comunicación. Es escritor, presentador y un apasionado del mundo de las motos. A la vista queda.
Ambos se conocieron en un rodaje a finales de los '90, y su amistad, cimentada sobre una pasión común por las motos, los llevó a concebir un proyecto que en principio parecía tan loco como irresistible: dar la vuelta al mundo sobre dos ruedas… Y grabarlo. Cuando en 2004 se estrenó Long Way Round, pocos imaginaban que aquella serie documental iba a revolucionar la manera en que se entendía el viaje en moto. Hasta entonces, las rutas en maxi-trail eran cosa de unos pocos fanáticos del off-road. Pero McGregor y Boorman, subidos a unas BMW GS cargadas hasta los topes, mostraron que la aventura podía ser algo más humano, más emocional. Más accesible. Ahora todo el mundo lleva una, entonces, no tanto.
La clave del éxito no fue solo la aventura, sino la química entre ellos. Una amistad de más de tres décadas que se ha mantenido firme pese a accidentes, kilómetros y cámaras: “Hemos pasado más de un año de nuestras vidas rodando juntos, uno detrás del otro o al frente, yendo por todo el mundo", explica McGregor. "Es un privilegio increíble ver el mundo desde el asiento de una moto”, dice.
Boorman lo resume con una imagen muy suya: "Pasas una frontera y todo cambia. El asfalto, los carteles, la comida, el idioma, la ropa, la arquitectura… ¡Hasta las gasolineras!". Y más allá del paisaje, está la gente: "Cuando llegas cubierto de polvo, en una moto, la gente te quiere invitar a su casa. La generosidad que hemos encontrado es increíble”.
Nada estaba planeado… y eso fue parte del encanto. Aunque ahora parezca un proyecto milimétricamente diseñado, todo comenzó casi por accidente. “Un día Ewan me llamó y me dijo: ‘Olvídate de ir a España con las mujeres detrás, ven a casa, que tengo una idea. En lugar de ir a España, vamos a China’. Y luego acabó siendo Nueva York”, recuerda Boorman.
El arranque fue torpe, casi ingenuo, narran: “Teníamos unas GS gigantes con herramientas duplicadas. Era ridículo", admite Boorman entre risas. "No teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo. Pero eso era parte de la gracia”. Lo que comenzó como un experimento improvisado acabó por convertirse en una franquicia documental con millones de seguidores en todo el mundo. Aquella primera serie se grabó con cintas miniDV, algo impensable hoy.
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Dos décadas después, el viaje continúa. Long Way Home no solo celebra la longevidad de un proyecto audiovisual, sino la de una amistad que ha sabido evolucionar. Una amistad que se sigue alimentando de gasolina, polvo, anécdotas y, por qué no, alguna que otra pulla. De hecho, cuando el periodista les confesó no tener moto en su garaje, ambos no tardaron en lanzarse a la yugular con humor: "Sí, así es como hay que hacerlo", bromeó McGregor tras enterarse de que las motos eran prestadas para pruebas. La serie ya está disponible en Apple TV.