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Llega el invierno y los pilotos de MotoGP ya están centrados en su preparación física de cara al próximo año. La mayoría de la parrilla ya ha disfrutado de unas breves pero relajadas vacaciones lejos del alboroto del paddock, muchos de ellos en destinos paradisiacos como es el caso de Marc Márquez o de Aleix Espargaró, que no perdió el tiempo a la hora de subirse a un avión junto a su familia para disfrutar de las playas de las Islas Maldivas.
El de Aprilia ya está de regreso en casa, y desde hace unos días ha retomado sus entrenamientos en bicicleta, ha estado entrenando para la carrera solidaria de dirt-track del Rocco's Ranch y también ha aprovechado este parón para poner a punto la moto más potente de su garaje actual, una RSV 1100 con la que el piloto de Granollers entrena habitualmente en el Circuit de Barcelona-Catalunya.
El reglamento del campeonato del mundo restringe el tipo de motos con las que pueden entrenar los pilotos de MotoGP durante la pretemporada; deben ser motos de producción, nada de prototipos, y no se permite la modificación de los componentes internos del motor y tampoco el uso de una electrónica de competición. Elementos como los frenos o las suspensiones se pueden mejorar, aunque nunca con piezas usadas en motos del mundial.
Tampoco pueden entrenar con neumáticos de alto nivel y están obligados a adquirir gomas que se vendan comercialmente, las mismas que cualquier otro aficionado montaría en su moto para pista.
Aleix ya cuenta las horas para subirse a su preciada RSV4, una espectacular superbike de más de 215 cv de potencia con la que Espargaró mantiene intacta la sensación de velocidad que le aporta su RS-GP de MotoGP. Las prestaciones de ambas máquinas no son comparables (en Montmeló los pilotos de MotoGP son unos nueve segundos más lentos que con sus prototipos), pero sin duda son una opción perfecta para coger referencias y entrenar cuerpo y mente a casi 300 km/h.
El piloto del Aprilia Racing ha compartido en sus redes sociales una imagen en la que deja ver una pequeña parte de su imponente garaje en Andorra; ahí se ven dos de sus máquinas, una Aprilia RS 250 GP con la que entrena en kartings y circuitos pequeños, y su gran superbike, la RSV4. Espargaró publicaba la imagen con el siguiente texto, y planteaba una pregunta a sus seguidores: "¡Preparando mi RSV4 1100 de Aprilia para entrenar! Sería genial hacer un wildcard en SBK con ella, ¿no?", dejaba caer el catalán.
En verdad, son pocos los pilotos del Mundial de Motociclismo que alguna vez se han atrevido a hacer un wildcard en el Mundial de Superbikes. En el lado contrario sí que encontramos muchos ejemplos, el más reciente el de Álvaro Bautista, que no dudó en aceptar la invitación de Ducati para correr la pasada cita de Malasia sobre una Desmosedici GP23, un regreso puntual a un paddock de MotoGP del que se despidió a finales de 2018.
Habría que remontarse al año 2009 para encontrar el que fue uno de los wildcards más sonados de un piloto mundialista en el WorldSBK. Su protagonista no fue otro que Marco Simoncelli; el italiano venía de ganar en 2008 su primer y único título en 250 junto a Gilera, y aprovechando un parón entre las carreras de Misano y Portugal el Campeonato del Mundo de 250 cc, Simoncelli aceptó la invitación de Aprilia para correr como invitado en Imola, formando pareja con Max Biaggi y ocupando el asiento del lesionado Shinya Nakano.
El de Cattolica maravilló a todo el paddock en su primer y único fin de semana sobre la RSV4 oficial del equipo Aprilia; Simoncelli se clasificó octavo en la Superpole, luchó por la victoria en la Race 1 hasta que una caída le apartó de la pelea, y el domingo, en la Race 2, cruzó la línea de meta en tercera posición por detrás de las Ducati oficiales de Michele Fabrizio y Noriyuki Haga, y lo que más le dolió a Biaggi: quedar cuarto por detrás de un recién llegado de 22 años.
Foto: WorldSBK.com
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Desde luego, un estreno impecable para un Simoncelli que demostró su valía sobre la superbike de Noale y que solo unos meses después acabó saltando a MotoGP junto al San Carlo Honda Gresini.