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Italia ha tenido que esperar 50 años para ver a un piloto de su país alzarse con el título de campeón del mundo de motociclismo en la categoría reina al manillar de una motocicleta fabricada en suelo transalpino. Hay que remontarse a 1972 para encontrar la última combinación 100% italiana en alzarse con un título mundial en la máxima categoría del motociclismo, cuando Giacomo Agostini levantó la copa de campeón de 500 cc al manillar de una MV Agusta.
Hoy, cinco décadas después, Pecco Bagnaia ha emulado el éxito alcanzado por 'Ago' en los años 70, un triunfo que otros pilotos ducatistas de nacionalidad italiana no lograron igualar a pesar de los innumerables esfuerzos por parte del fabricante boloñés por alzarse con su segunda corona de MotoGP.
Antes, en 2007, Casey Stoner ya había demostrado que la Desmosedici era una moto capaz de ganar el título, pero el orgullo italiano quería ver a uno de los suyos festejando por todo lo algo el mayor éxito deportivo del motociclismo italiano, por eso Ducati se esforzó tanto en atraer la atención de Valentino Rossi en la temporada 2011, confiando plenamente en las capacidades del #46 para hacer feliz a todo un país.
El de Tavullia, cansado del ambiente que estaba viviendo en Yamaha desde la llegada de Jorge Lorenzo, optó por dejar atrás su exitoso proyecto junto a los de Iwata -que había dado como resultado cuatro títulos de MotoGP- y puso rumbo al box de Ducati para heredar la moto de Casey Stoner, que a su vez se había marchado a Honda.
El australiano le entregó al italiano una Desmosedici competitiva, una moto que en manos de Casey había logrado tres victorias y seis podios más a lo largo de la temporada 2010. Sin embargo, aquel chasis monocasco de fibra de carbono que tan buenos resultados le había dado a Ducati junto al australiano fue un auténtico fiasco con Rossi a sus mandos, un prototipo que jamás le dio la confianza necesaria en el tren delantero para explotar una de sus mayores virtudes: la frenada.
La paciencia de Valentino con el chasis de carbono de la GP11 se agotó en verano, y fue entonces cuando el de #46 le exigió a Ducati un bastidor 'a la japonesa', es decir, un chasis de doble viga de aluminio como el que había llevado en Honda y Yamaha.
Los de Borgo Panigale, sin experiencia en este tipo de construcciones de chasis, optó por encargarle a FTR un bastidor totalmente nuevo para 2012, y aunque Valentino mejoró ligeramente sus resultados con este nuevo concepto de chasis (con el que logró dos segundos puestos), el de Tavullia no tardó en darse cuenta de que Ducati tardaría años en poner en pista una moto competitiva capaz de adaptarse a sus necesidades, y por eso en 2013 volvió a Yamaha con la cabeza 'gacha' y aceptando el liderazgo de Jorge Lorenzo en el box de Iwata.
Durante dos años, toda Italia soñó con ver al combo #46-Ducati triunfando en el campeonato del mundo, pero lo máximo que pudo sacar Rossi en aquellos dos años junto a la marca italiana fue una sexta plaza al término del curso 2012. Ahora, una década después, el máximo responsable de Ducati Motor Holding, Claudio Domenicali, ha reconocido que aquella breve etapa de Valentino como piloto oficial Ducati acabó dañando la imagen de la marca.
Durante una conferencia ofrecida a los estudiantes de la Universidad de Ferrara durante esta última semana, el CEO de Ducati ha reconocido que "no fuimos capaces de gestionar lo de Valentino, tuvimos que aceptar el golpe", sin duda un mazazo moral para una fábrica que lo había apostado todo por aquel entonces a un único número: el 46.
Rossi aterrizó en Ducati convertido en el salvador de la marca, en el piloto que haría olvidar a Casey Stoner y elevaría a la fábrica de Borgo Panigale a lo más alto. Ya lo había conseguido con Yamaha en 2004, cuando convirtió a la YZR-M1 en una moto campeona después de una larga sequía de éxitos en Iwata, y tanto 'Vale' como Ducati confiaban en emular este éxito con la Desmosedici GP11.
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Al final, el sueño se convirtió en humo y Ducati estuvo desaparecida en el campeonato durante las dos temporadas de Rossi, por eso en Bolonia todavía no olvidan lo difícil que fue gestionar aquella situación y, sobre todo, el orgullo mancillado de no poder darle a Valentino una moto con la que proclamarse campeón del mundo: "Cuando tienes al piloto más famoso de toda Italia con nueve títulos mundiales a su espalda y no consigues ganar, también sufres daños en tu imagen", dice ahora Domenicali después de haber cerrado un 2022 perfecto para Ducati en el que han reinado en los paddocks de MotoGP y WorldSBK.