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Si hay una lección que he aprendido a fuego en los más de 20 años que llevo subido a una moto, a base de kilómetros, sustos y alguna que otra visita al arcén, es esta: la potencia sin control no sirve absolutamente de nada. Y el control, amigos míos, empieza y termina en los frenos.
Podemos pasarnos horas hablando de suspensiones electrónicas, de mapas de motor, de la aerodinámica heredada de MotoGP o de los últimos neumáticos de compuesto dual. Y todo eso es fantástico, es la salsa de nuestra pasión. Pero a menudo, nos olvidamos de los héroes silenciosos, de esos pequeños componentes que trabajan en la sombra, soportando temperaturas infernales y presiones brutales para que podamos detenernos con seguridad. Hablo, por supuesto, de las pastillas de freno.
Cuando sales de ruta un domingo por la mañana, con el sol apenas despuntando y tu tramo de curvas favorito esperándote, lo último en lo que quieres pensar es si tus frenos van a responder. Das gas, sientes cómo el motor empuja, enlazas una curva con otra, y en la apurada de frenada antes de esa horquilla cerrada, confías ciegamente en que, al apretar la maneta, la moto decelerará con la potencia y la precisión que necesitas.
En ese instante, en esa fracción de segundo, tu vida depende de un trozo de material de fricción del tamaño de una galleta. Da que pensar, ¿verdad?
La mayoría de las motos salen de fábrica con un sistema de frenos más que competente para un uso normal. Los fabricantes buscan un equilibrio: un compuesto que funcione bien en frío, que no sea demasiado agresivo con los discos, que dure una cantidad razonable de kilómetros y que no haga ruido. Pero todos, y yo me incluyo, siempre queremos más, y cualquier moto puede mejorar su frenada con un gesto tan simple como efectivo: cambiando las pastillas de freno.
El principal enemigo de una frenada potente y constante es el calor. Cuando frenamos, la energía cinética de la moto se convierte en energía térmica a través de la fricción entre la pastilla y el disco. Si el ritmo es tranquilo, ese calor se disipa sin problemas. Pero si empiezas a encadenar frenadas fuertes, la temperatura del sistema se dispara. El disco se pone al rojo vivo, y ese calor se transmite a la pastilla, a los pistones de la pinza y, finalmente, al líquido de frenos.
Cuando el líquido de frenos se sobrecalienta, puede llegar a hervir, generando burbujas de aire en el circuito. Y el aire, a diferencia del líquido, es compresible. El resultado es el temido "fading": aprietas la maneta y la sientes esponjosa, sin mordiente, como si estuvieras apretando un chicle. La moto no frena. Y esa, créeme, es una de las peores sensaciones que puedes experimentar sobre dos ruedas.
Aquí es donde entra en juego la elección de unas pastillas de freno adecuadas a tu estilo de conducción. Si vas rápido, necesitas un compuesto que esté diseñado para trabajar a altas temperaturas, que ofrezca una potencia de frenada superior y que te dé la confianza de que va a responder siempre, en la primera y en la última frenada de tu ruta.
En este universo, los compuestos sinterizados son los reyes indiscutibles del rendimiento. A diferencia de las pastillas orgánicas, las sinterizadas se fabrican fusionando partículas metálicas a alta presión y temperatura. El resultado es un material mucho más resistente al calor, con un coeficiente de fricción más alto y una durabilidad excelente bajo estrés.
Dentro del mercado de componentes, hay marcas que llevan toda una vida dedicadas a la frenada. Y cuando hablamos de una vida, no es una forma de hablar. Galfer, una empresa española con sede en Granollers, lleva desde 1952 desarrollando materiales de fricción. Siete décadas de experiencia dan para mucho, y esa sabiduría se nota en sus productos. No es casualidad que muchos equipos de competición confíen en ellos.
Para el motorista que ha decidido dar un paso adelante y mejorar la seguridad y el rendimiento de su frenada, la gama deportiva de Galfer ofrece una progresión lógica y adaptada a cada necesidad, sin que parezca que estás montando un componente de la NASA que solo funciona a 300 grados.
Primer escalón hacia la frenada perfecta: el compuesto Sport
Imagina que tienes una naked o una sport-turismo moderna. Una moto potente, con la que disfrutas de una conducción alegre y deportiva los fines de semana. No vas a entrar en circuito, pero en tu carretera de montaña favorita te gusta llevar un ritmo vivo. Aquí, las pastillas de serie empiezan a mostrar sus carencias, sobre todo en bajadas de puertos prolongadas.
Para este perfil de usuario, la opción más inteligente es montar un compuesto como el Galfer Sinterizado Sport (G1375). Estas pastillas representan el equilibrio perfecto. Ofrecen una potencia de frenada notablemente superior a las originales, con un mordiente inicial que te da mucha confianza, pero sin ser brusco o difícil de dosificar.
Lo interesante de este compuesto es cómo gestiona el calor. Galfer ha incorporado un soporte cerámico en la parte posterior de la pastilla. Puede parecer un detalle menor, pero es una genialidad. Esa placa de cerámica actúa como un escudo térmico, una barrera que dificulta enormemente la transmisión del calor desde la pastilla hacia los pistones de la pinza y el líquido de frenos.
En la práctica, esto significa que puedes abusar mucho más de los frenos antes de que aparezca cualquier síntoma de fatiga. Son la mejora ideal para el 90% de los que nos gusta ir rápido en carretera. Además, tienen un excelente comportamiento en mojado, un factor que a menudo se olvida y que es vital para la seguridad.
Subiendo el listón: cuando la carretera se te queda pequeña
Ahora pongamos que tu nivel de pilotaje ha aumentado. Ya no solo sales los domingos; aprovechas cualquier ocasión para escaparte. Tus ritmos son más altos y has empezado a hacer alguna tanda en circuito. Aquí, las exigencias se multiplican. En una pista, las frenadas son mucho más intensas y repetitivas. Necesitas algo más.
Para ese piloto que vive a caballo entre la carretera y el circuito, Galfer desarrolló el compuesto Sport Racing G1375R. Es, como su nombre indica, una evolución del anterior, llevada un paso más allá. La "R" no es un adorno de marketing; es una declaración de intenciones.
Este compuesto fue desarrollado en colaboración con pilotos profesionales, como Remy Gardner en su etapa de Moto2. Se buscaba la máxima potencia de frenada posible, pero manteniendo un buen tacto y, sobre todo, una resistencia brutal a las altas temperaturas. Con las G1375R, la sensación es de una potencia casi de competición. La moto se detiene con una contundencia que asombra, permitiéndote retrasar la frenada unos metros preciosos que, en circuito, se traducen en segundos.
Mantienen el soporte cerámico y las ranuras en el material de fricción de sus hermanas G1375, asegurando una refrigeración óptima. Están pensadas para las motos deportivas más actuales, esas bestias R de última generación que exigen lo mejor en cada componente. Si tienes una superbike y la usas como se merece, tanto en carretera como en tandas ocasionales, estas son, sin duda, tus pastillas.
Territorio comanche: solo para circuito
Y llegamos al escalón final. El del piloto que dedica su moto casi en exclusiva a la competición o a los track days. Aquí, las reglas del juego cambian por completo. No importa el desgaste, no importa si en frío frenan un poco menos. Lo único que cuenta es el rendimiento máximo y constante vuelta tras vuelta. Se necesita una deceleración brutal, una estabilidad total durante toda la carrera y la seguridad de que el freno no va a desfallecer jamás.
Para este uso extremo, Galfer ofrece su joya de la corona: el compuesto Racing G1310. Estas pastillas son el resultado de años de desarrollo en los mundiales de MotoGP y WorldSBK, probadas y llevadas al límite por pilotos como Dennis Foggia o Marco Melandri.
La principal cualidad de las G1310 es su increíble mordiente inicial y su potencia estratosférica, pero sorprendentemente modulable. Desde que rozas la maneta, sientes una deceleración potentísima y progresiva, lo que te permite ajustar la frenada con una precisión milimétrica hasta el mismo vértice de la curva. Su estabilidad a altas temperaturas es absoluta. Puedes terminar una manga de 20 minutos en Jerez en pleno agosto y la maneta se sentirá igual de firme en la última vuelta que en la primera.
Un detalle importante es que, a pesar de su tremendo rendimiento, no son unas pastillas excesivamente agresivas con los discos de freno, un problema común en los compuestos de competición más radicales. Galfer ha logrado un equilibrio soberbio, ofreciendo un rendimiento de élite con un desgaste contenido del disco. Si te tomas los circuitos en serio, la combinación de estas pastillas con unos buenos discos, como los Floatech de la propia marca, te dará un sistema de frenado que está, literalmente, a otro nivel.
Al final del día, la elección de unas pastillas de freno es una de las decisiones más personales e importantes que puedes tomar para tu moto. No se trata de gastar por gastar, sino de invertir en rendimiento y, sobre todo, en seguridad.
Mi consejo, después de todos estos años, es simple: sé honesto con tu estilo de conducción. No necesitas unas pastillas de competición para ir a por el pan, pero si te gusta exprimir el potencial de tu moto en carreteras de curvas o en circuito, no puedes permitirte el lujo de confiar en un compuesto básico.
Dar el salto a unas pastillas sinterizadas deportivas como las Galfer G1375 es, probablemente, la mejora con mejor relación rendimiento/precio/seguridad que puedes hacerle a tu moto. Y si tus aspiraciones son más altas, saber que existen escalones superiores como las G1375R o las G1310 te da la tranquilidad de que siempre tendrás un componente a la altura de tu pilotaje.