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Era 2011 y Marco Simoncelli ya se había ganado un lugar en MotoGP no solo por su agresividad en pista, sino también por el revuelo que generaba cada vez que se colaba entre los favoritos con esa melena indomable y ese estilo aún más salvaje. En Le Mans, sin embargo, todo se torció más de lo que debía. En plena carrera, Simoncelli intentó adelantar a Dani Pedrosa en una maniobra arriesgada que terminó con el piloto español en el suelo y con la clavícula rota. El paddock estalló contra él. Y obviamente, Dani también.
“Ciao Dani, sono Simoncelli...”, comenzaba el mensaje de texto que Marco escribió a Pedrosa tras el incidente. Un mensaje sincero, escrito de puño y letra, que reflejaba una faceta mucho menos conocida del italiano a pesar de lo agresivo que era considerado en pista. Le pidió disculpas y le dijo que Dani era “la última persona con la que habría querido que pasara algo así”. Fue un gesto noble que muchos no esperaban de alguien a quien habían etiquetado como temerario e insensible en el circuito.
La relación entre ambos no era precisamente cálida. Enemigos en pista desde sus tiempos en 250 cc, sus estilos chocaban bastante: Pedrosa era técnica, precisión y control; Simoncelli, improvisación, agresividad y desparpajo. Esa mezcla, inevitablemente, acabó por explotar en Le Mans. En el siguiente Gran Premio, en Mugello, Simoncelli intentó acercarse a Pedrosa. Le tendió la mano. Pedrosa la rechazó. Y no solo eso, sino que le dedicó un "cara dura" y otra cascada de declaraciones no demasiado agradables por lo que había pasado.
Así seguía su mensaje: "Hola Dani, este es Simoncelli. Me dio tu número Valentino. Te escribo para decirte que siento mucho lo que pasó. Y que eras la última persona con la que quería que pasara algo así. Espero que te recuperes lo mejor que puedas para Barcelona. Si quieres hablar conmigo sobre lo que pasó, aquí estoy. Un abrazo. Marco 58".
Dani tenía sus razones. Las heridas físicas eran recientes, pero las emocionales no se curan fácilmente. Marco, por su parte, encajó la frialdad con una mezcla de tristeza y resignación.
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El perdón llegó más tarde Cuando Pedrosa estuvo listo, fue Paolo Simoncelli (padre de Marco) quien lo abrazó en nombre de su hijo, fallecido en Sepang aquel mismo año. Porque las historias no siempre terminan cuando alguien se va. A veces, el final se escribe con el recuerdo de una carta, una disculpa, y el eco de una rivalidad que se transformó en humanidad.