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Estados Unidos sigue buscando al piloto que recoja el testigo de Nicky Hayden en el Mundial de MotoGP. El de Owensboro fue el último norteamericano que se hizo con el entorchado de la categoría reina en el año 2006 junto al equipo Repsol Honda, y desde entonces el país de la bandera de las barras y las estrellas no ha vuelto a brillar en un paddock en el que su presencia ha ido menguando año tras año hasta desaparecer.
En 2022 la parrilla de MotoGP seguirá sin contar con un piloto nacido en suelo norteamericano. En Moto2, sin embargo, sí que habrá tres representantes de este país: el debutante Sean Dylan Kelly y dos pilotos que ya cuentan con experiencia en esta categoría como son Joe Roberts y Cameron Beaubier; lamentablemente, ni Roberts ni Beaubier han conseguido hasta la fecha grandes resultados en Moto2 que les permitan soñar con una oferta para correr en MotoGP, mientras que Dylan Kelly -vigente campeón de MotoAmerica Supersport- todavía tiene que labrarse un camino en el mundial antes de pensar en la posibilidad de subir algún día a la clase reina de MotoGP.
Para Kevin Schwantz, uno de los pocos pilotos norteamericanos que han sido campeones del mundo de 500/MotoGP junto con Nicky Hayden, Kenny Roberts, Wayne Rainey, Eddie Lawson y Freddie Spencer, la ausencia de compatriotas suyos corriendo en el Mundial de Motociclismo en estos días se debe a una suma de factores que obligan a las familias de los pilotos más jóvenes a desembolsar cantidades de dinero absurdas si quieren que sus hijos compitan en Europa y tengan alguna posibilidad de desarrollar allí su carrera.
"El mercado norteamericano ya no es interesante, nuestros campeonatos nacionales se están quedando huérfanos", avisa Schwantz en una entrevista ofrecida a la revista GP Racing Magazine. El campeón de 500 cc con Suzuki no tiene reparos en señalar a su propio país como el gran culpable de la falta de talentos internacionales en el mundo de la moto: "A diferencia de Europa, no hay competiciones para nuestros chavales en EEUU. Ni siquiera tenemos motos que sean adecuadas para aprender, y tampoco hay implicación oficial de los fabricantes en nuestro campeonato de Superbikes".
El propio Schwantz recuerda perfectamente cómo fueron sus primeros años en el mundo de las dos ruedas, cuando Suzuki apostó por él primero en el AMA Superbike y después en el Mundial de 500 gracias al volumen de ventas que la firma de Hamamatsu estaba registrando en el mercado norteamericano a finales de la década de los 80, cuando la GSX-R 750 triunfaba entre los motoristas estadounidenses.
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"Fue porque en ese momento vendían 75.000 GSX-R al año sólo en los Estados Unidos, pero eso ya no sucederá nunca más", lamenta Schwantz, crítico con la poca implicación que muestran hoy en día las marcas por apoyar a pilotos nacidos en su país. "Un piloto norteamericano que sueña con correr sólo puede conseguirlo si sus padres son ricos o si encuentra un patrocinador milagroso que le permita dar el salto", sentencia el expiloto de 57 años.