Cero puntos en Indonesia y otro rosco en Phillip Island. Pecco Bagnaia ha vuelto a sufrir un auténtico calvario en la penúltima cita de la Gira Asiática de MotoGP, una carrera en la que el piloto turinés tampoco ha encontrado la sintonía que esperaba con su Desmosedici GP25 y que ha terminado con su moto y con sus huesos rodando sobre la grava de la pista australiana.
Pero esta vez, algo cambió. El rostro de Pecco el domingo no era el de la derrota total vista 24 horas antes. Paradójicamente, irse al suelo le devolvió una mínima parte de la confianza perdida. La razón fue un cambio drástico en la moto, una apuesta a todo o nada tras probar algo por la mañana que resultó ser un error. “Fue mejor que ayer, afortunadamente esta mañana habíamos probado algo que no funcionó y nos movimos en la dirección opuesta para la carrera”, explicó el italiano.
Ese cambio convirtió a la Desmosedici en una máquina diferente, menos nerviosa que la del sábado. “La moto era mucho más estable, aunque más cansada de pilotar, menos ágil”. A pesar de que la moto no respondía como a él le gusta, le valió para intentar meterse en el top 10 en carrera. “Perdí solo algo de tiempo en las primeras 3 o 4 vueltas para entender la moto. Me di cuenta de que estando muy apretado en el sillín, tenía menos movimientos, fue una forma diferente de pilotar pero iba mejor”.
Con esta nueva configuración, Bagnaia empezó a recuperar terreno. Su ritmo era mejor que el de los pilotos que tenía delante. Remontó hasta la undécima plaza, con el Top 10 a tiro. Y entonces, a cuatro vueltas del final, se cayó. No fue un error de cálculo, sino una consecuencia de ir al límite absoluto: "Cuando estás realmente al límite, un poco demasiado para ser sincero, es fácil irse al suelo".
Lejos de lamentarse, Pecco aceptó el accidente como parte del peaje por negarse a rendirse. “Debo aceptarlo porque no quería terminar último otra vez y cuando aprietas como lo hice hoy, puede pasar que te caigas. No faltaban muchas vueltas, pero el Top 10 era posible y seguí forzando”.
Ahí radica la calma del italiano tras un nuevo desastre. Es la diferencia entre un cero por impotencia y un cero por exceso de ambición: “Fue absolutamente mejor que ayer o en Indonesia. Prefiero mil veces caerme luchando por una posición, por puntos, que cuando soy último”.
El problema de fondo, sin embargo, sigue ahí y es grave. Bagnaia no entiende su moto. Siente que está pilotando una máquina ajena. "Hoy podría haber luchado por estar entre los 10 primeros, no es algo que me haga feliz, pero es un punto desde el que empezar", admitió.
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— MotoGP™🏁 (@MotoGP) October 19, 2025
“Intentamos trabajar en ello y encontrar algo que me haga sentir más cómodo en esta moto, como sucedió en Japón. Esa era mi Ducati, la que estoy pilotando este año no lo es y debemos entender por qué”. El desconcierto en el box es total, especialmente tras el espejismo de Motegi, que llegó justo después de un test en Misano donde creyeron haber dado con la solución.
"Pensábamos que habíamos encontrado la clave después del test en Misano, tanto que en Motegi todo salió bien". Pero lo que vino después fue inexplicable para el campeón. "Lo que sucedió en las carreras posteriores es inaceptable desde mi punto de vista, pero sobre todo casi indescriptible". La frustración es máxima. "En Indonesia salía teóricamente con la misma moto con la que había ganado el fin de semana anterior y no podía pilotar, aquí sucedió lo mismo".
Por eso, Bagnaia no se atreve a decir que Sepang será una "vuelta a la normalidad". Cuando se le recordó que Phillip Island y Mandalika son pistas "particulares", su respuesta fue tajante: "Sí y no, porque normalmente en estas dos pistas terminaba en el podio. Así que diría que no"
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El fin de semana australiano también dejó una imagen misteriosa: unos violentos movimientos de su Ducati en la recta durante el warm up. Un tema tabú para Pecco. "Mejor no hablar de eso, lo siento" zanjó.