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Este domingo en Mugello no solo correrán motos: correrá la historia. Ducati ha decidido que el Gran Premio de Italia sea algo más que velocidad y rugido de motores. Aprovechando su carrera de casa, la marca de Borgo Panigale ha preparado una librea especial para las Desmosedici GP del equipo oficial, pilotadas por Pecco Bagnaia y Marc Márquez. Y no es una pintura cualquiera: es una declaración cultural que se sumerge de lleno en el Renacimiento, con guiños directos a figuras como Leonardo da Vinci y Niccolò Machiavelli.
La idea nace de una colaboración entre el diseñador Aldo Drudi y el historiador Marcello Simonetta. El resultado: una decoración que traduce símbolos del arte y la filosofía renacentista al lenguaje visual de la MotoGP. Esta vez no se han limitado a escoger un color llamativo, como ya hicieron en 2024 con aquel tono “Azzurro” homenaje a las selecciones italianas. Ahora la apuesta va mucho más allá: hay una narrativa, una carga simbólica y un claro objetivo de conectar la historia italiana con su presente tecnológico.
La inspiración parte de un dibujo de Leonardo da Vinci conocido como el “Ancient Captain”, que Drudi ha reinterpretado para crear una figura dinámica, con la cabeza inclinada hacia adelante, lista para la acción. Así, ese personaje clásico se transforma en una especie de caballero del siglo XXI, un piloto moderno que cabalga sobre una máquina de precisión. Y ahí entran en escena los dos protagonistas: Márquez y Bagnaia, caballeros modernos que representan la síntesis entre fuerza y estrategia.
Esa dualidad también está presente en los elementos simbólicos que adornan la moto: un león y un zorro. Ambos animales aparecen inspirados en las armaduras del “Ancient Captain” y evocan la lección más famosa de Machiavelli en “El Príncipe”: para dominar, no basta con la fuerza bruta del león, también hace falta la astucia del zorro. Un mensaje bastante oportuno si consideramos lo reñido que está el campeonato y el tipo de inteligencia estratégica que exigen estas carreras.
Antes de rodar con esta decoración especial, Márquez y Bagnaia se pusieron aún más en el papel. Participaron en una sesión de fotos en el Museo Stibbert de Florencia, un lugar donde las armaduras reales se mezclan con la historia viva del Renacimiento. Allí, vestidos como verdaderos caballeros —con cascos, petos y guantes que reinterpretan los motivos de la librea— pasearon entre vitrinas como si acabaran de salir de un fresco florentino, listos para subirse a sus motos como si fueran caballos metálicos.
La narrativa se completó en otro de los escenarios más emblemáticos de Florencia: la Piazza della Signoria. Las Desmosedici desfilaron entre obras de arte y arquitectura, bajo la mirada pétrea del David de Miguel Ángel y la solemnidad del Palazzo Vecchio. En ese entorno, Ducati no solo presentó una moto decorada, sino una fusión entre arte e ingeniería, una muestra de cómo la tecnología puede rendir tributo a siglos de cultura sin perder su esencia competitiva.
No es la primera vez que Ducati utiliza su carrera local como escaparate para este tipo de iniciativas, pero sí parece la más ambiciosa. Aquí no se trata solo de destacar visualmente, sino de contar una historia. La moto no solo corre, también habla. Habla de Florencia, de genios como Leonardo, de ideas complejas convertidas en formas aerodinámicas, de una marca que busca inspirarse en el pasado para seguir siendo relevante en el presente.
Todo esto se traduce en una máquina que pesa apenas 165 kilos, pero que carga con siglos de simbolismo. Una moto que roza los 360 km/h, pero que al mismo tiempo se detiene en los detalles estéticos y conceptuales. Un verdadero manifiesto de lo que significa ser italiano: tener gusto por lo bello, pasión por lo mecánico y talento para convertir una simple carrera en un evento que también es cultural.
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