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Durante las últimas semanas, un rumor empezó a circular con fuerza dentro del sector de la automoción, ¿prohibirá Europa la fibra de carbono en motos y coches? Todo surgió a raíz de una supuesta normativa del Parlamento Europeo que comparaba este material con sustancias poco recomendables como el mercurio o el cadmio. El pánico no tardó en prender entre los fabricantes, sobre todo los que han apostado fuerte por este material ligero y resistente.
Todo arrancó con un informe publicado por Nikkei Asia, en el que se mencionaba una propuesta de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo. La cosa iba en serio: el borrador sugería incluir la fibra de carbono en la lista de materiales regulados por su impacto medioambiental y en la salud. Al parecer, el problema no era su uso en carretera, sino lo que pasa cuando el vehículo llega al final de su vida útil.
La Unión Europea lleva tiempo trabajando en la normativa sobre el “ciclo de fin de vida de los vehículos”, un documento que establece qué materiales pueden utilizarse para facilitar su posterior reciclado y evitar riesgos para personas y medioambiente. Según las estimaciones del propio organismo, los filamentos de fibra de carbono pueden dispersarse en el aire y ser perjudiciales al entrar en contacto con la piel o ser inhalados. También existe el riesgo de que causen fallos en las máquinas de reciclaje, lo que añade otra capa de preocupación.
La reacción fue inmediata, pero para alivio general, desde el Parlamento Europeo se aclaró que todo formaba parte de un borrador preliminar. La fibra de carbono será finalmente excluida de esa lista negra y, por tanto, seguirá usándose sin restricciones más allá de 2029. “Nada estaba decidido”, explicaron fuentes del Parlamento, añadiendo que el material será retirado de la propuesta inicial.
¿Pero por qué había saltado esta alerta ahora? La clave está en su creciente presencia en la industria del motor. Con los vehículos eléctricos ganando terreno y sus pesadas baterías complicando la gestión del peso, la fibra de carbono se ha convertido en una solución cada vez más extendida.
De hecho, se calcula que hasta el 20% del uso global de este material proviene del sector de la automoción. Su ligereza y resistencia lo hacen ideal para compensar el sobrepeso de los nuevos sistemas de propulsión y asistentes electrónicos.
Desde su aparición en la Fórmula 1 en 1981 con la McLaren MP4/1, y el icónico prototipo Countach Evoluzione de Lamborghini en 1987, la fibra de carbono ha pasado de ser una excentricidad de competición a un recurso casi indispensable para marcas deportivas y modelos de alta gama. Incluso ha llegado a vehículos más “terrenales” como parte de paquetes opcionales o detalles de serie.
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Su futuro, eso sí, dependerá en gran parte de cómo se gestionen los retos que presenta su reciclaje. De momento, seguirá siendo parte del arsenal tecnológico de coches y motos. Y no es un detalle menor: su combinación de prestaciones y ligereza es crucial para mantener a raya los kilos extra que traen consigo los vehículos eléctricos.