Hola a todos.
No se trata de una provocación, en absoluto. Pienso que todo el que me conoce ya sabe que mi línea de trabajo se halla lo más alejada de ello, de la provocación. No, no es eso.
Este editorial trata primero de describir un escenario y una situación que, por desgracia, tuvo muy, muy pocos testigos, y segundo pretende invitar a la reflexión sobre la verdadera valoración que se hace del motociclismo en nuestro país.
Sin el menor ánimo de molestar ni de importunar a nadie, espero que os resulte interesante.
Muchas gracias.
SUSPENSO COMO LA CATEDRAL DE JEREZ A LA MEJOR AFICIÓN DEL MUNDO
Media mañana del domingo 20 de septiembre en el
circuito de Jerez, un momento trascendental de la temporada, durante el que se disputa la primera manga del Mundial de SBK, una carrera que a la postre vería la proclamación, nada menos, que del nuevo campeón del mundo de la categoría. Después de presagiar desde mi puesto en la sala de prensa una perspectiva desalentadora de las gradas, decido dar una vuelta completa a la pista, a lo largo de la vía de servicio, sin perder ni un detalle de la batalla que se estaba librando sobre el asfalto, con un Sykes que sobrecogía, al verle muy de cerca devorando el trazado andaluz como nunca se podría imaginar sobre una Kawasaki; pero, al mismo tiempo, echando un vistazo a la espalda, a los asentamientos y a las gradas de cada rincón del circuito. Aquella vuelta, repasando todas las tribunas del recinto más popular, de la que llaman desde hace algunos años “La Catedral del Motociclismo” porque supuestamente había arrebatado ese título al histórico circuito de Assen, sencillamente me dejó con el ánimo por los suelos, hasta el punto de impulsarme a escribir este editorial.
En cuanto al campeonato y a su organización se podrían hacer algunos reproches, aunque pienso que sólo desde la posición más exigente. Alguien podría alegar que se echa en falta la participación de una o varias de las grandes figuras, más que nada por la afición que arrastra su carisma, y es verdad que atrás quedaron los Fogarty, los Bayliss o el propio Checa, hace un par de años. Se podría decir que el campeonato no se anuncia y promociona lo suficiente, que habría que hacerlo mucho más para atraer a esa afición, la mejor del mundo. Alguien alegará, también, que en el WSBK no corren pilotos españoles punteros; pero está claro que quien lo hiciese es claramente uno de los miles de ausentes de aquella mañana, porque
Jordi Torres se haría en la última manga con la segunda posición tras una lucha apasionante durante las últimas vueltas. Alguien podría poner por delante la justificación de que la cobertura televisiva es escasa, cuando no recóndita, sufriendo el desdén, incluso, de una de las cadenas, y no en el desarrollo y la presentación de su retransmisión, que resultan magníficos; magníficos, claro, una vez que consigues verla tras adivinar dentro del jeroglífico de su programación en que rincón la han postergado, tras el frontón ruso o el billar indostánico, por poner dos casos del máximo interés televidente. Se podría pensar, incluso de forma retorcida, albergando la idea de que DORNA compró los derechos de este campeonato para relegarlo a una tercera división, cuando no para hacerlo sucumbir directamente. Se podría reprochar todo eso, sí, e incluso hacer especulaciones como la última también.
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