Moriwoki

Ya, sí, lo sé, lo recuerdo, y ¿por eso debo de callarme después de sufrir, como apasionado de la moto, un espectáculo tan desolador y depresivo como el de ese domingo allí, en "La Nueva Catedral de motociclismo"? Por eso, ¿debo de callarme también después de que la postal post nuclear que presentaban las tribunas de Motorland para el mismo campeonato, en el mismo año, me dejase la moral por los suelas, y que, además, para remate, que en el viaje de vuelta, mientras iba escribiendo a mano en el coche, nos adelantaran 9, nueve motos perfectamente contadas antes de alcanzar la A-2, camino de Madrid?
No, compañero, de momento, no lo voy a hacer, no voy a dejar de ponerlo sobre el tapete, aunque tenga perfectamente asumida esta triste situación desde , probablemente, algunos años antes que tú. No soporto la hipocresía publicitaria, el pasquín barato que se vende para captar otro ramillete de audiencias que acaparar; pero, sobre todo, mi dignidad de amante de motociclismo no puede soportar que unos pilotos como la copa de un pino corrieran ante un escenario tan desangelado, ante un aforo tan triste, cuando están habituados a ser aclamados por una verdadera multitud -también los españoles- desde los confines más remotos del planeta hasta los países que tienen frontera con el nuestro.

De momento, no me resigno.
Un saludo, compañero.

Un abrazo.