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Romano Fenati está de vuelta. Tras la polémica desatada por la arriesgada acción en la que tocó el freno de Stefano Manzi en el último Gran Premio de San Marino, el piloto ha sufrido una travesía del desierto en la que parecía que su carrera deportiva se había acabado. Pero su horizonte se va aclarando. El 15 de febrero vence el periodo de retirada de su licencia con el que lo castigó la Federación Italiana de Motociclismo, y la semana pasada ya participó en los tests privados que tuvieron lugar en el circuito de Cheste.
Este año, Fenati correrá en la categoría de Moto3 con el Marinelli Snipers Team, el mismo equipo que le despidió en septiembre tras el vergonzoso episodio del que fuimos testigos en Misano. Antes del escándalo todo parecía encarado a que en 2019 pilotaría una MV Agusta de Moto2, pero el equipo se desvinculó del posible acuerdo cuando estalló la polémica.
Fenati ha repasado los acontecimientos de los últimos meses en una entrevista para la Gazzetta dello Sport a la que ha respondido desde la ferretería en la que ha estado trabajando estos últimos meses, un negocio familiar que fundó su abuelo en pleno centro de Ascoli Piceno, en la región italana de Marcas: "Caí en la provocación. Tras varios episodios, diversas situaciones, varias veces y en varias fechas, no solo en esa carrera. Hay pilotos que son así y otros más correctos. Pero nadie es un santo, por el amor de Dios, todos pueden cometer errores. Pero yo no quiero tirar a nadie”.
Romano sigue sin aceptar del todo el motivo de la sanción: “A Manzi siempre le sancionan, por lo que está acostumbrado. En el campeonato italiano han pasado cosas peores y no ha habido este circo. Hay pilotos que han hecho cosas con toda la gracia divina. Ahora entiendo cómo funciona. Alguien incluso señaló que es tan complicado tocar el freno de otro en carrera que merecería ir a MotoGP solo por ese gesto técnico ".
En opinión del joven piloto de 22 años, fueron las redes sociales las que desataron la tormenta perfecta sobre él: ”Me escucharon en Dirección de Carrera, con Manzi, y todo parecía tranquilo. Los dos nos explicamos y nos dimos la mano. Me disculpé porque el mío, a diferencia de el suyo, había sido un gesto flagrante. Acepté las dos carreras de sanción, que en las motos es mucho. Y pensé que ya estaba. Todo lo demás, la pérdida de la licencia o el despido, vino como un dominó, desencadenado por las redes sociales. Las redes son un tribunal real, emitieron un fallo mucho más rápido que los tribunales normales y me condenaron sin apelación. Ya habían construido el ataúd “.
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Las consecuencias del incidente llegaron a su entorno personal, afectando también a los amigos y familiares que han estado trabajando con él en la ferretería de su abuelo: ”Me amenazaban de muerte, la gente que contestaba al teléfono en la ferretería tenían lágrimas en los ojos", dice, si bien reconoce que afrontó todas las críticas recibidas a través de las redes sociales "con total indiferencia hacia la gente que lo escribía". "Al principio puede molestar, entonces ves que lo hacen todos y luego entendí que no se estaban dando cuenta de lo que hacían. Admito mi error, con el atenuante de la adrenalina, pero quien me amenaza de muerte desde el sofá no tiene adrenalina. Se había puesto de moda insultarme. En Instagram hay una persona que, incluso a día de hoy, me escribe una vez a la semana 'mierda'. Tampoco le respondo", finaliza el piloto de 23 años.