Hola a todos.
Hace poco más de una semana anunciaba la composición de este relato, tras la experiencia vivida en Motorland con una naked. Me proponía comprobar hasta qué punto se puede divertir el motorista que usa a diario una naked. Evidentemente, el relato se refiere al tipo de moto y no a la potencia, porque no era cuestión, evidentemente, de llevar a cabo la experiencia con una moto urbana de manillar plano. Como es natural, para rodar en una pista tan rápida, es necesario ir bien pertrechado de potencia. En este caso, 125 CV no estaban mal, sobre una de las naked con el carácter más salvaje del mercado, la Brutale 800.
Espero que os resulte amena la lectura y que a alguno le sirva de modesta referencia.
Muchas gracias
VERTIGINOSA DESNUDEZ
Casi como una continuación de Novecento, casi como una apología, si se quiere, de la moto en su estado más puro, de la moto desnuda, he querido llevar a cabo otra pequeña experiencia y plasmarla en un texto para trasladar hasta el lector que posea una naked, el que esté valorando comprarse una o, ¿por qué no?, hasta el motorista en general, la idea de que con una de estas motos también se puede disfrutar, y mucho en un circuito rápido.
Vamos a ver si es verdad.
Sí, porque estaba claro, sin necesidad de echar mano de las experiencias anteriores con distintos modelos desnudos que, en circuitos revirados y trabajosos, como puedan ser el de Albacete o el de Cartagena, una moto con manillar plano tiene mucho que decir. Pero ahora no se trataba de ver si en una pista muy rápida, si en el templo europeo de la velocidad que representa Motorland –con permiso de Muguelo-, el propietario corriente y moliente, el modesto motorista, cotidiano y todo uso, de una naked puede disfrutar en un trazado tan vertiginoso.
Bien. Todo el mundo sabe, desde luego, que la moto ideal para una pista así es una deportiva, o, mejor aun, una moto de carreras, y que una naked, por muy Racing que sea su temperamento, guarda unas claras diferencias con cualquiera de las dos que, al menos, antes de subirse, se da por hecho que se pondrán de relieve a lo largo del trazado. Por eso, para hacer patente la diferencia y más drástico el contraste, me bajé en el box de una superdeportiva de las más radicales, con la que llevaba rodadas ya tres o cuatro tandas y a la que me había adaptado ya casi como un guante.
Eso sí, me subí a la Brutale 800, que, a esas alturas de la peloícula, me resultaba una vieja conocida, con más de 1500 kilómetros recorridos juntos, incluido el viaje de Novecento.
Bien. Puesta en marcha de inmediato. No merece la pena comentar demasiado la primera vuelta: no monté calentadores sobre los neumáticos y por lo tanto la usé para que las gomas cogiesen temperatura hasta que pasé por la recta de meta, ya con el gas al máximo en cuarta y casi quinta, y me dispuse a apurar la imponente frenada que sirve de antesala a la curva 1.
Levantar la pared que presenta al viento el cuerpo erguido, más erguido aun en una naked, de un tipo con 1,91 deja sentir su efecto de inmediato. Lo cierto es que la moto se queda seca, como quien dice, en el primer impacto. Después la tarea de sujetarse durante el resto de la deceleración resulta algo más sencilla por elevar el tronco casi vertical y por el apoyo extra que puede brindar el manillar plano; sin embargo, concentro todo el esfuerzo de sujeción en las piernas para llevar la dirección de la moto lo más libre posible; y así, a la hora de girarla, de tirarla a por la curva, gano aun más agilidad de la que ya me da de por sí el brazo de palanca que ofrece el manillar. La curva 1 es un codo, por lo que, haciendo una trazada en pico, estoy muy poco tiempo inclinado y enseguida abro gas, todo el gas, levantando la moto para hacer el cambio de dirección y entrar de seguido en la curva 2. Es un placer de dioses sentir ese vaivén, la moto tumbada a la izquierda y de repente a la derecha, con un golpe de contramanillar en plena aceleración. La electricidad empieza a sacudirme el espinazo y me guardo en el bolsillo un margen de trazada esperando el ápice escondido de la curva hasta que, finalmente, aparece. Cuando me dejo caer a por él, me siento un tanto extraño sobre el manillar plano, apuntando el codo hacia el piano interior y alargando el cuello para colocar la cabeza. No es que resulte una postura forzada, en absoluto, pero sí es verdad que no me encuentro de la forma más natural. En cualquier caso, tengo la impresión de que es cuestión de hacer unas cuantas tandas y de que tratándose de tu propia moto, a la que ya te has adaptado sobradamente, esa postura se hace más cotidiana.
La curva 3, ciega y en subida, con los 125 Cv de la Brutale 800, se presenta como un paso de fe, un viraje a tope –o casi a tope para un paquete como yo- desde que se intuye el ápice y no se ve la salida. El paso por el punto medio crea una breve sensación de vértigo que retiene la respiración, contrae el estómago y vuelve a soltar un latigazo eléctrico en la espalda que se prolonga hasta un breve escalofrío durante la escalada a fondo hasta la curva 4. Allí no puedo evitar sacudir el lomo, como un perro recién bañado, de pura excitación. El paso de este suave viraje con el gas a tope en cuarta, aunque con el motor sólo un poco por encima del régimen medio, desemboca en la antesala de la curva 5.
CONTINÚA EN...
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