Hola a todos.
He repasado los contenidos que he publicado hasta ahora en el foro y no he visto éste de hoy. Espero no haberme equivocado y no repetirme, porque lo escribí hace tiempo y lo he publicado ahora en Super7.
Ahora que hace frío, supongo que a algunos les apetecerá más darse a la lectura.
Bien.
Si dentro del mundo de la moto a alguien le apodan como "el loco", puede llamarnos la atención, aunque hay más de uno. Si a alguien dentro del mundo de las carreras de motos le llaman "el loco", ya es más preocupante. Pero si dentro de un mundillo de carreras de locos a alguien le llaman "El Loco", evidentemente se trata de un digno protagonista para un relato corto, y real, por supuesto.
Hoy os traigo una historia ambientada en un mundo muy particular de las carreras. Un mundo anacrónico y peligroso como las propias Road Racers inglesas y del que ya muy poco o nada queda en nuestro país.
Cuando no había apenas circuitos, o no había, un buen puerto valía para montar una carrera contra reloj.
La Leyenda de Pepe el Loco se fraguó en las carreras en cuesta.
Espero que os guste la lectura.
(En la foto una Norton Comando a punto de tomar la salida. Yo mismo sufrí aquella moto. Inimaginable)
Durante la Navidad de 2.010, tuve la gran suerte de estar charlando a lo largo de una tarde entera con Toni Elías senior. Entre otros muchos salió a relucir este personaje. Me dijo Toni que había mantenido la relación con él de forma esporádica a través de los años, pero que hace tres o cuatro, simplemente, se murió. Los dos nos quedamos cariacontecidos. No se mató, no se estrelló, simplemente se fue marchitando, consumiendo, con los males de una larga enfermedad.
Todos nos morimos, claro. Pero cuando lo oyes de alguien así, no eres capaz de imaginártelo.
Ésta es su historia:
LA LEYENDA DE PEPE EL LOCO
A finales de los setenta sólo existían en España dos circuitos permanentes. Correr era entonces un sueño privativo, mucho más que ahora, y entrenar un sacrificio económico irracional, o una actividad directamente inalcanzable para la mayoría de los pilotos junior. Para hacernos ahora una idea de cómo era un entrenamiento en aquellos años, recordaré que, cuando excepcionalmente se hacían rodadas en Calafat, las tandas se organizaban en dos únicas categorías: Motos y coches, media hora cada una. Algo que hoy parece verdaderamente de ciencia ficción. Por otra parte, los circuitos urbanos tampoco se puede decir que abundasen, porque el montaje, realmente costoso y complicado que acarreaban, suponía un freno importante para cualquier organizador. Así, por tanto, los entrenamientos que se programaban entonces eran ocasionales y de difícil acceso, y las carreras en las que podíamos participar configuraban un calendario más bien pobre, y estoy hablando del nacional. Con este escaso panorama y el ansia de correr que sentían los pilotos, el mismo o parecido al que sienten ahora, las carreras en cuesta aparecían como un complemento asequible, con un gasto razonable en material, en inscripciones y también en desplazamientos, por su habitual proximidad. Sin embargo el riesgo que entrañaban era algo más que comprometedor, una locura impensable hoy día para la mayoría de los pilotos. Pues bien, este relato se ambienta en ese particular mundillo, el de esas carreras de locos; y su protagonista, José Fernández, era conocido dentro de él, precisamente, como Pepe el loco.
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