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Anterior 07-ago-2017, 08:34  
Moriwoki
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Predeterminado Como si se me hubiera muerto un familiar

Hola a todos.

He escrito este editorial por la obligación del momento más que por pura necesidad.

La razón es que no me ha salido de dentro, como estoy seguro de que me saldrán otros textos, porque sencillamente aún no me lo creo. Tengo la sensación de vivir dentro de una especie de ensayo general que hace todo el mundo para el día que se vaya, mientras que, en la realidad, Él sigue en Ibiza de vacaciones, para volver en septiembre a Madrid y que por fin consiga convencerle para venir a nuestro programa de radio, que ya no se graba a la hora de la siesta, como él me decía.

En fin, que sigo conmocionado.
Un abrazo para todos.



Ángel Nieto deja el vacío de un familiar

La cruda realidad es que me encuentro igual que si se me hubiera muerto un familiar, un familiar al que sentía muy próximo y que, de una forma u otra, ha estado presente en mi vida desde que tengo uso de razón, y no me cabe la menor duda de que mantendrá esa presencia hasta que, como él, abandone esta absurda existencia, tan contradictoria, que parece burlarse de nosotros con demasiada frecuencia.

Confieso al lector que me ha costado mucho trabajo escribir este editorial -ineludible en un momento tan duro-, primero por el pesar natural que sentimos todos, desde luego, pero, más que eso, por la dificultad que entraña escoger uno o dos momentos sobre los que centrar el texto. Finalmente y después de rebuscar entre tanta vivencia, he escogido dos escenas que viví junto a Él, concatenadas casi a renglón seguido dentro del mismo día. Éstas son:



Circuito de Calafat 1.979

Hace algunas semanas y después de casi cuatro décadas, volví a esta entrañable pista del sur tarraconense. Ciertamente, el trazado fue cambiado de una forma sustancial hace años, pero la parte que queda justo a la espalda de la recta permanece absolutamente intacta, con su diseño original. Así es que la reconocí de inmediato, desde la primera vuelta en la que pasé por ese tramo que siempre conocimos como “Las eses”.

Y fue al cabo de apenas unos minutos, en los que fui adaptándome al nuevo trazado, cuando me sentí por un instante trasladado a través del túnel del tiempo, hasta una tarde que ahora se me antoja del Paleolítico Superior, para revivir una secuencia exactamente en el mismo marco en el que se escenificó antaño.



Aquel día había ido a entrenar en una preparación para el segundo Critérium AGV-SoloMoto, un verdadero lujo en aquellos remotos tiempos, que con lo privativo que resultaban y las escasas que se organizaban, apenas si se podía hacer una rodada por temporada. Así es que en aquella tarde, aprovechaba la oportunidad con una Bultaco artesanal -ya saben los lectores más veteranos- construida sobre la base de un motor Pursang Mk-9, con el carburador Bing de 40 mm, lucía un escultórico tabarro forjado en Tarrasa y una preciosa cola firmada por Speed Fiber; además de ello, las estriberas de una Ducati Vento y el calzado los obligados slicks de entonces, PV11 y SC15.

Aquel día de 1.979 fue sin duda el más satisfactorio, deportivamente hablando, que viví en todos esos años; una jornada realmente inspirada, que creo no haber vuelto a tener en mi vida. Sin embargo, no fue sólo por ese aspecto por el que la conservo especialmente enmarcada para destacarla entre mis recuerdos.



Bien. Había completado diez vueltas en las que me sentí realmente pletórico, con una de ellas en un tiempo con el que después de aquel día ya sólo pude soñar: 1´21”.
Así es que volví otra vez a la pista para lanzarme en una vuelta y acoplarme bien durante la siguiente, de manera que, al arrancar la tercera, lo hice verdaderamente encendido. Salí del primer ángulo enchufado y cuando llegué a La Peraltada -viraje antesala de Las Eses-, me tiré de cabeza a por el interior de la curva, sintiendo en mi rodilla el fuego del asfalto, en una época en la que ni mi mono Mototécnica, ni los demás, conocían aún lo que eran las deslizaderas.

Me sentí realmente fuerte, exultante, casi arrollador, y de hecho, cuando levanté la moto para ir a por Las Eses, me lo dije a mí mismo dentro del casco: “Voy rápido, sí. ¡Coño, qué rápido voy!”. Y me lancé, con una tumbada bestial, a por la primera variante de ese excitante vaivén que aún hoy conserva como aquel día el coqueto circuito del litoral. Y fue allí, buscando con la moto la perpendicular al mundo entero, donde lo vi.



CONTINÚA EN...

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