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Anterior 04-abr-2010, 12:04  
Moriwoki
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Predeterminado Leed sólo en un momento reposado. Algo de literatura de la moto

Hola de nuevo.

Quiero ofreceros en esta entrega algo distinto, algo que sin ningún motivo aparente resulta extraño: Un poco de literatura sobre la moto. Un poco de literatura donde la moto no es un mero accesorio que sirve funcionalmente a la trama sino la verdadera protagonista del texto.
He querido aunar estos dos mundos tan inexplicablemente separados: la literatura y la moto, escribiendo sobre la moto y también convocando un premio de literatura de la moto que, con la colaboración de Truimph, se puso en marcha hace unos meses y que ahora va a ver su fallo.
En fin, os dejo este texto de mi blog, pero pidiéndoos que hagáis un pequeño apartado en vuestro tiempo, que busquéis cinco minutos de relajación para leerlo, y disfrutarlo, si llega el caso. Si no es así, si no disponéis de esos minutos ni tampoco de la actitud relajada, será mejor que paséis a leer otros contenidos del foro porque no tendrá sentido para vosotros.

Éste es el texto:

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Ahora me encuentro mucha gente joven en los circuitos, joven, con veinte años o menos, y no puedo evitar que una espléndida sonrisa de satisfacción se esboce en mi cara de tonto cuando, admirado, les contemplo rodando tan de prisa. A alguno de ellos le digo luego, cuando se ha bajado de la moto y se seca con una toalla el sudor eléctrico de la adrenalina que aún le recorre el cuerpo: “Recuerda esta intensa sensación, esa fuerza brutal que en estos momentos recorre tus músculos y tus sentidos, porque cuando pasen los años, cuando crees ahora que la moto tal y como la vives en el presente habrá acabado para ti, verás que permanece intacta, verás con asombro como guarda toda su potencia vital y te hará sentir, aunque te parezca inverosímil, tan joven, tan entero y tan lleno de esa fuerza efervescente como te encuentras hoy. Eso mismo es lo que me ocurre ahora, cuando me quedan un par de meses para los cincuenta y dos, cada vez que ruedo en un circuito, cada vez que me dejo caer en una curva rápida, como al tirarte de un trampolín, cada vez que abro el gas, aún en el suelo, y siento el tirón brutal que me catapulta hacia el próximo viraje. Tengo un pequeño texto, un chascarrillo, diría yo, que comparto con mis amigos, jóvenes y no tan jóvenes, y que uso también como explicación para los que siempre van en coche y me preguntan extrañados qué demonios siento yo encima de una moto para que a mis años sea prácticamente anecdótico verme enlatado sobre cuatro ruedas.

Éste es:

"Ves cómo el viraje se acerca, sus líneas redondas se te echan encima, y en ese instante quitas dos marchas, el motor ruge y la rueda trasera despega apenas unos centímetros. Abres la trazada y te internas en la curva inclinando la moto y buscando el ápice con la vista y con el morro del carenado, que va donde lo deseas con una fiel telepatía. Ya lo tienes al alcance mientras te sigues ciñendo más y más hacia el interior y tu rodilla y el lateral de tu pie comienzan a frotar el asfalto: tu pierna se recoge junto a la carrocería para que sientas la excitante proximidad del suelo. Cuando el punto más cerrado pasa justo debajo de tu codo, todavía estás frenando y, sin embargo, la máquina ya ha empezado a acelerar, haciendo comprimirse las suspensiones hasta el fondo y retorciendo toda la fortaleza de ese chasis que aparentaba la rigidez de una viga maestra. Vas abriendo la trayectoria a medida que lo hacen el viraje y el acelerador retorcido por un puño sólido y decidido. Poco a poco vas enderezando la bestia; pero entonces la rueda trasera comienza a deslizar, y cuando está casi cruzada y sientes que el colín de la moto quiere adelantarte, el tren delantero se levanta dos palmos del suelo con el motor aullando salvajemente a no sé cuantas mil revoluciones. Es en ese momento cuando a lo largo de tu espina dorsal se extiende una explosiva descarga de alta tensión, un chorro inaudito de energía que recorre todas tus células más sensibles y que te lleva irremediablemente mucho más allá de la satisfacción, que te entrega al inconmensurable placer de un irreprimible orgasmo, sólo comparable, quizá, con el de un glorioso coito carnal grabado en la memoria de algún privilegiado...

¿Te gusta conducir? "

Editado por Moriwoki en 04-abr-2010 a las 12:06
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