Hola a todos.
Así es: se trata de un asunto que va a terminar creando cierta sicosis entre todos los asiduos a las pistas. Los hurtos en los boxes y sus aledaños comienzan a crecer hasta el punto de que uno llega a plantearse si puede ir a rodar solo, si, una vez allí, puede ir a comer, o siquiera tomar un café con el compañero o si, en definitiva, debe mantener una vigilancia policial sobre sus pertenencias después de haberlas desplegado por el box.
Un tema del que causa rechazo tan sólo pensarlo, mucho más tratarlo, pero que sobre todo provoca la vergüenza de cualquiera que sienta dentro de sí ese profundo espíritu de compañerismo que ha protagonizado siempre las relaciones entre motoristas.
Espero que este editorial, no sólo os resulte interesante, sino que, además, sirva de llamada de atención y toma de conciencia sobre cierta clase de alimaña que comienza a propagarse por nuestros circuitos.
Muchas gracias.
LOS HURTOS EN LOS CIRCUITOS
-¿Habéis visto mi bidón de gasolina?
-No sé. ¿Cuál dices?
-El mío, el naranja pequeño. ¡Estaba lleno!
-¡Ah! Pues no, no lo he visto.
Después de recoger y dejar completamente diáfano el box, el bidón en cuestión no apareció. Era el colofón a una rodada en Albacete, el circuito que más frecuento, y que me dejó meditabundo durante todo el camino de vuelta a casa.
Lo cierto es que, hasta entonces, tan sólo había echado en falta uno de esos tapones que cubren la bola sobre la que engancha el remolque; algo de poca importancia, desde luego, y que nunca estuve completamente seguro de que hubiese desaparecido en el paddock. Aparte de eso, nada más… ah, sí –casi lo había olvidado-: hacía tiempo, un simplón taburete moldeado en una pieza de plástico, que servía a mi hijo para asomarse al lavabo, cuando era un pequeñín, y a mí después para trabajar sentado en cuclillas en cualquier tarea del box sobre la moto. Lo había dado simplemente por perdido en un posible despiste provocado por esa nube mental que deja tras de sí una carrera.
Sin embargo, a raíz del caso del bidón desaparecido, la tesis del despiste para el taburete se esfumó como una ingenua conjetura; y ya no me cupo ninguna duda de que aquella pieza de escaso valor en la tienda, pero de entrañable recuerdo para el que escribe, fue hurtado por una mano miserable capaz de arrebatar con ansia zoológica la golosina de un niño.
CONTINÚA EN ...
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