 Por Cristian Ramón Marín @Crms74 | Google+ |
En mis años de adolescencia, la Aprilia RS50 y un Shiro formaron un binomio imprescindible para mí. Recuerdo que encontré un chollo en una liquidación y compré ese casco porque sabía que estaba hecho en España. Y sí, siempre he preferido comprar producto patrio a apostar por marcas extranjeras si tenía la ocasión. Varios años después, por casualidades de la vida, Shiro me ofreció la oportunidad de probar su modelo SH-881 Motegi en color negro-amarillo, un casco de resina que se sitúa en la misma gama que el que yo disfruté en su momento.
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Y… ¿qué mejor oportunidad para testearlo que el #VelocidadWeekend del Noyes Camp? Se trata de un cursillo de dos días en el que se aprenden los secretos de rodar en circuito con las Kawasaki KLX140 y Ninja 250. Rodé con ellas sobre el asfalto de MotorLand durante un tiempo más que suficiente para formarme una opinión sobre este casco, fabricado en Torre Pacheco (Murcia), y aquí están mis impresiones:
Lo primero que pensé es que era mucho más cómodo que mi modelo antiguo, aunque tengo que reconocerlo: le quité la almohadilla situada en la zona de la barbilla, porque no terminaba de sentirme a gusto. Manías que tiene uno. Cuando terminó el cursillo, la coloqué de nuevo. El sistema es simple y no es de esos que se está cayendo cada dos por tres.
Lo que menos me gustó, aunque pueda parecer una frivolidad, es que su diseño aerodinámico hace que sea difícil colocar el soporte para una cámara deportiva. Afortunadamente, el adhesivo que suelen llevar estos accesorios es de altísima calidad y no tuve ningún problema para grabar mis (lentas) vueltas al trazado de Supermotard de Alcañiz.
No sufrí ninguna caída durante el fin de semana, así que, por suerte, no tengo información sobre cómo responde la pintura a un restregón en el asfalto. Eso sí: se nota que Shiro ha dado un paso adelante en cuanto a los acabados. En este sentido, la única pega que podría ponerle al SH-881 MOTEGI es que está acabado en brillo. Y yo soy fan de los modelos en mate.
El Shiro SH-881 está destinado a un uso diario y no a contextos de competición, y por eso no dispone de un cierre de doble anilla. Es una pena, porque ofrece una garantía enorme y, una vez te acostumbras, no tardas nada en ajustarlo. No obstante, la mejoría respecto a los modelos de años atrás es clara, y han pasado del clip al cierre micrométrico.
Otra de las preocupaciones que suelen tener los compradores a la hora de elegir un casco es el peso. Este Shiro ronda los 1.400 gramos, y si tenemos en cuenta que se puede encontrar por unos 80 euros en varias tiendas online, no hay queja posible. Hablándolo con un amigo, me comentó que se había gastado unos 700 euros en un casco porque pesaba 1.100 gramos. Y seamos honestos, esos 0,3 kilos no se notan a la hora de llevarlo puesto. O, por lo menos, yo no soy capaz. Igual que con los sistemas de ventilación: no suelo notar una diferencia que me haga valorarlo de una forma especial.
Lo que sí me impresionó es la nitidez que ofrece la visera negra, aunque me hubiera gustado que tuviera un par de tonos más oscuros. Esa claridad hace que sea muy útil en situaciones en días relativamente nubosos, pero se queda corta en jornadas de pleno sol, como las que disfrutamos en Motorland ese fin de semana.
El último aspecto a analizar es el ruido. Si bien no ofrece (ni pretende ofrecer) las prestaciones de un casco de alta gama, que puede costar diez veces más, el trabajo aerodinámico que Shiro ha hecho es digno de mencionar, al menos en una conducción a velocidades medias. En ciudad, por ejemplo. Por eso, el SH-881 MOTEGI es una buena opción para aquellas personas que hacen un uso de la moto ocasional y que no disponen de mucho dinero para gastar en este complemento, del que no podemos olvidar su importancia a la hora de disfrutar del motociclismo. Quienes pasen muchas horas a lomos de su moto y vayan al límite en una rodada, por ejemplo, deberían optar por otros modelos, como el SH-336 CARBONO. Sí, el que utiliza Efrén Vázquez en el mundial de Moto2.
